Jueves, 25 de abril de 2024
Algunas preguntas y respuestas entorno al Catecismo
Señor mio y Dios mío
“El tercer título es “Hijo único de Dios”. Hace referencia a la naturaleza divina de Cristo. Conviene añadir que el término “hijo de Dios” era conocido en el Antiguo Testamento, dado a los ángeles, al pueblo elegido y a sus reyes. Supone una filiación adoptiva que no implica en absoluto confesión de divinidad. En cambio, la fe de los apóstoles tiene, desde el principio, un sentido diferente. Para ellos, el que Jesús fuera “hijo de Dios” le hacía igual a Dios. Y si esto fue así es porque Cristo lo dejó entender claramente (Catecismo, nº 443)”.
“El cuarto nombre dado a Cristo es el de “Señor”. No es casualidad la aplicación de ese nombre a Jesús. En la traducción griega de la Biblia hebrea, Yahvé se transforma en “Kyrios” (Señor). “Señor -dice el Catecismo (nº 446)- se convierte desde entonces en el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel”. En el Nuevo Testamento, de hecho, el término “Señor” se utiliza sobre todo para el Padre, pero también se emplea para designar a Jesús, en una confesión evidente de su divinidad por parte de la primera comunidad cristiana. San Pablo lo dirá con toda claridad en su carta a los Filipenses cuando afirme que Jesús es de “condición divina” (Flp 2,6). El apóstol Tomás utilizará ese término cuando, tras comprobar que Cristo había resucitado, exclame cayendo de rodillas: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28)”.
“Los nombres con que fue designado Jesús son tan significativos que no dejan lugar a duda acerca de la fe en la divinidad de Cristo que tuvieron los que le conocieron, especialmente después de la resurrección. Ya conceptos como “Mesías” (o su traducción griega “Cristo”), nos lo presentan como alguien muy especial, ligado al Todopoderoso por un vínculo único. Más aún, los títulos de “Hijo único de Dios” y “Señor”, nos hacen ver que para los cristianos primitivos no había la menor duda de que Jesús, el hijo de María, no era un profeta, ni el más grande de los profetas, sino Dios hecho hombre, poseedor de la naturaleza divina y de la misma dignidad que el Padre”.
“Si Jesús no hubiera estado convencido de su naturaleza divina, de que Él era Dios, jamás habría aceptado que le denominaran “Mesías” y mucho menos “Señor” o “Hijo único de Dios”. Pero no sólo lo acepta, sino que, con paciencia y delicadeza, va enseñando a sus discípulos a llamarle así. La revelación que él hace de sí mismo a los que le rodean es lenta y progresiva, pues era fácil provocar en ellos el escándalo. El momento cumbre llegará precisamente con la resurrección, cuando tras verle y tocarle resucitado, ya no les pueda caber ninguna duda de que Dios está con Él y que todo lo que él diga, incluida su divinidad, es verdad”.
Preguntas y respuestas seleccionadas por el P. Santiago Martín Para saber más sobre Franciscanos de María pinchar en
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