Sabado, 23 de noviembre de 2024
No es oro todo lo que reluce
Señoras; la alta etiqueta social
¡Es tan difícil, señoras, conseguir de un "Haute Couture" la personificación de la elegancia!; difícil, aunque, el modelo sea realizado por Christian Dior, el mago de la elegancia, en el arte de las creaciones. Muchas señoras se contemplan, una, otra y mil veces en las preciosas lunas, sin llegar a la satisfacción ni a la convicción de que ellas son las más elegantes ni con las realizaciones artísticas de nuestros modistos de París.
¿Entonces? muy sencillo; es que ni a fuerza de dinero, ni aún de los adornos ajenos, se puede adquirir la selecta elegancia; ese "sello chic", que llaman en Francia. La elegancia es algo muy genuino y muy personal. Lo de ser muy elegante reclama algo muy característico, emanado de la propia personalidad interna; exige unos cuantos fueros: delicadeza, gusto, modestia y una sencillez real y no afectada... alma, señoras, alma del vestido. Por favor, no exijan al maestro de costura lo que él no puede realizar; él crea modelos, no el alma del vestido; ustedes señoras, han de poner el alma para que resulte el conjunto elegante.
Muchas señoras exprimen la paciencia de los modistos... Muchos de ellos estarían a punto de exclamar: ¡Oh; señoras! no es mía la culpa de que ustedes no posean los atributos de la elegancia, aún teniendo ustedes la línea física y siendo este modelo un embrujo de arte.
Uds. realizan sus compras, gastan sus dineros y no se irán satisfechas con el último modelo de la temporada, el último grito de la moda; y, acaso, con una crítica interna, de corrillo social, nada favorable para Haute Costure; de que, "hay más cartel que realizaciones a placer," y exclaman: "Me encuentro como si cualquier costurera sencilla realizase el vestido ¡No me encuentro elegante!
La elegancia tiene unas raíces muy profundas que, como decía, "no puede darla ningún Haute Couture". El vestido, es verdad, es una flor de la elegancia; más, la flor sin la planta y el tallo, sin la savia que lo vivifique a cada instante, es una triste flor, mustia y marchita, sin vitalidad propia y sin matices bellos; pierde la lozanía, su encanto primaveral y se desflora; ya no es adorno, poesía, primor.
Pues, en efecto; la savia de esa flor, en la mujer, es su fuero interno, su femineidad, su carácter de mujer, la gracia sobre toda gracia, de la mujer honesta.
¡Oh! si la elegancia se comprase a semejanza de los modelos, ¡qué fácil les sería adquirirla a algunas señoras.
La alta etiqueta social tiene su realeza y la realeza su trono y su corte; ésta, exige un alto exponente de espiritualidad, de valores humanos que, la distinguen y la hacen, sensiblemente, distinguida a quienes la poseen.
Comentarios
Por JM 2013-12-26 14:08:00
Este artículo me hace recordar el espectáculo de los primeros años de la entrega de los premios Príncipe de Asturias. En varios casos el mal gusto, la falta de saber estar, el no saber vertirse adecuadamente causaba un efecto desolador. Me viene a la memoria un traje largo de noche de color verde. Ahora la cosa ha mejorado, sin embargo falta lo que dice el artículo: la elegancia y el buen gusto, sobra ostentosidad y vulgaridad
Por Un lector 2013-12-24 12:38:00
Este articulo tiene mucho mas calado intelectual de lo que pudiera pensar el primer desavisado que lo lea superficialmente
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