Sabado, 23 de noviembre de 2024
Ataques a la Iglesia
La ONU, cadáver podrido
Cuando, en el pasado mes de febrero, se supo que el Comité para los Derechos del Niño de las Naciones Unidas acusaba al Vaticano de complicidad sistemática y apoyo legal a los violadores de menores, la Santa Sede y mucho hombres de buena voluntad se sorprendieron y escandalizaron por ese ataque frontal de la ONU hacia la Iglesia. Ya entonces se vio detrás de esas acusaciones el intento de las Naciones Unidas por desprestigiar a la institución que más se opone a la instauración del "Nuevo Orden Mundial".
El Vaticano, que entonces reaccionó con justa indignación ante esas calumnias, ha preparado su respuesta, que será presentada esta semana en el marco de la reunión de otro comité, el que lucha contra la tortura. Si las respuestas de la Iglesia son convincentes, siguen causando estupor la naturaleza de las acusaciones, a las que una a una contesta la Iglesia.
¿Cómo es posible afirmar, por ejemplo, que son "centenares de miles" los niños que han sufrido abusos a manos de sacerdotes? ¿De dónde sacan esas cifras., que arrojan sin más a la cara de la Iglesia? ¿Y cuando dicen que "la estructura de la Iglesia es arcaica y promueve el abuso de menores"? Aunque, repito, la Iglesia contesta adecuadamente a las acusaciones, es patético e incluso ofensivo tener que defenderse de cosas tan absurdas. ¿Es que acaso la ONU considera que los padres que llevan a sus hijos a los colegios católicos o a las catequesis de las parroquias son tan tontos que ignoran esos supuestos cientos de miles de casos de violaciones?
Merece la pena leer la noticia donde se da cuenta de las acusaciones y de las respuestas. La Iglesia hace bien en defenderse, pero sinceramente creo que tal y como están las cosas debería plantearse abandonar una institución que la ataca tan salvajemente, pues su sola presencia allí no sirve más que para darles cobertura moral. Una ONU que no es capaz de parar la masacre de Siria o que es impotente ante lo que está pasando en Venezuela o en Ucrania, una ONU que -como dice la Iglesia- no es ni siquiera capaz de pedir a sus Estados miembros que den datos de la lucha contra la pederastia que se está llevando en ellos, no merece la presencia de la Iglesia. La ONU está totalmente desacreditada. Hace ya mucho tiempo que dejó de ser inútil para convertirse en dañina. El prestigio de la Iglesia no se ve contaminado por sus absurdas acusaciones, sino por la permanencia en ella, aunque sea con la categoría de observador permanente. Dejan que los muertos entierren a sus muertos y la ONU está más que muerta, podrida. Es un cadáver en descomposición, por mucho que pretenda ser la gestora de un nuevo tipo de sociedad, la cual no está basada en otra cosa más que en el poder del dinero.
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