Sabado, 23 de noviembre de 2024

pasaron muchas temporadas hasta verlo representado con tanta dignidad

Rigoletto gratificante colofón de temporada

Esta ópera de Verdi, la primera de las que se han dado en denominar como la "trilogía popular" junto con la Traviata y el Trovador fue estrenada, con enorme éxito, el 11 de marzo de 1851, en el teatro La Fenice de Venecia.

Verdi recurrió al libretista Francesco María Piave para adaptar la obra de Víctor Hugo, autor en el que solía encontrar inspiración el maestro de Busseto para sus creaciones más personales. La obra de Víctor Hugo elegida en esta ocasión fue Le roi s`amuse. Pero esta vez el texto original le causó quebraderos de cabeza con la censura ya que mostraba al rey Francisco I como un libertino cruel y malvado y, dado que la revolución de 1848 que había derrocado al rey Luis Felipe de Orleans estaba excesivamente reciente, las demás monarquías veían con recelo este tipo de obras que mostraban descarnadamente los vicios de las testas coronadas. De modo Don Giuseppe tuvo modificar el argumento hasta hacerlo admisible a los ojos inquisitoriales de las autoridades, así el rey francés fue sustituido por un evanescente duque de Mantua, pero no fue ésta la única pega que puso la censura; consideraba impía la maldición y la crudeza y libertinaje con que se describián las relaciones amorosas les parecían impúdicas. Estos obstáculos quizá sirvieron de acicate al autor que tuvo que modificar profundamente el argumento al tiempo que mantenía sus líneas fundamentales.

Verdi tenía pensado iniciar con esta obra un nuevo estilo, según el mismo declaró: "Había imaginado Rigoletto sin arias, sin ningún clímax ni cuadro establecido, más bien como una prolongada serie de dúos que es una forma que me satisface", se anticipaba así a sus obras finales y antes de que la música de Wagner se colara en su cerebro y desde ahí ejerciera un cierto influjo en sus últimas composiciones.

Es evidente que ese plan no fue llevado a cabo, ya que sin duda es una de sus óperas más repletas de arias memorables para sus tres protagonistas principales, aunque todas ellas tengan en el drama una función definida y no hayan sido insertadas con el solo objeto de proporcionar a los cantantes una oportunidad de lucimiento. Quizá hay influido en su cambio de criterio la necesidad de reestructurar el libreto, pero el autor supo crecerse en la dificultad e introdujo modificaciones en la estructura tradicional del melodrama: aquí el protagonista no es el señor de noble alcurnia sino un bufón deforme, servil y resentido ante los abusos de los poderosos a los que debe divertir a costa del escarnio de los demás, actividad que desempeña con eficacia. Además esto le obliga a profundizar en la estructura dramática ahondando en la psicología y los sentimientos del protagonista, descritos magistralmente por las frases musicales que en el caso de las de Rigoletto se constituyen en  elemento vertebrador de la obra. El tema de la maldición se escucha ya en la breve introducción orquestal para continuar reapareciendo obsesivamente hasta cerrar la obra con la magistral y sobrecogedora frase final.

Ayer asistimos a una representación que podemos calificar de gratificante, no fue una noche memorable, de esas que dejan huella indeleble, pero sí que nos hizo disfrutar de la belleza del arte con mayúsculas

Marzio Conti al frente de la orquesta, Oviedo Filarmonía, nos ofreció una versión apasionada y profundamente verdiana, una lectura humilde, sin alharacas, pero llena de maestría, buen hacer y oficio.

Juan Jesús Rodríguez, pese a habernos alertado a través de la megafonía que no estaba restablecido de una gripe, fue un espléndido Rigoletto, con voz firme, igualdad de color, gran seguridad en toda la escala y un muy respetable volumen en la emisión. Brilló en el primer dúo con su hija estuvo más que notable en su entrada con el "Laran" y el magnífico "Pari siamo", estupendo en el cuarteto de la "figlia de l´amore" y en el último dúo. Sobrecogedor su final con la Maledizione, que sin embargo en su primera versión, cuando descubre que lo han burlado, quedó totalmente opaca y fue uno de los pocos lunares de su actuación

Celso Albelo como duque de Mantua nos ofreció una visión del personaje muy seductora con un magnífico comienzo, brillante en "questa o quella". Sin embargo no estuvo a la altura de lo esperado de él en la "donna è mobile" donde pareció estar reservándose para el agudo final, en el que acertó de lleno, pero pareció descuidar los que están en el discurso del aria sobre todo cuando van precedidos de un piano. Sin embargo nos regalo una maravillosa "figlia de l´amore", llena de intensidad, musicalidad y belleza. Es un tenor con un instrumento privilegiado que domina en toda la escala, con gran seguridad en los agudos y musicalidad en los concertantes, hace décadas que un tenor de este rango no interpreta este papel en nuestro teatro

Jessica Pratt asumió el rol de Gilda, la ingenua y enamorada hija del protagonista. Su actuación fue algo desigual, se lució en el primer dúo con su padre pero estuvo irregular en "Caro nome", bien en las acrobacias vocales pero no se le oyó un solo filado y en los pianos su voz sonaba opaca y sin acentuación. Se creció en el final donde estuvo estupenda tanto en el cuarteto como en el terceto y maravillosa en el dúo final. Quizá su mayor problema sea una cierta indefinición en el color y la uniformidad del mismo así como algunos problemas en la emisión y cierta carencia de volumen.

El Sparafucile de Felipe Bou no estuvo a la altura del papel, tiene un instrumento muy reducido en cuanto al volumen, las notas más bajas de la escala, de las que hay algunas en su papel, fueron casi inaudibles y la resonancia más parecían venir del estómago que del diafragma, no estuvo bien ni al comienzo, cuando ofrece sus servicios a Rigoletto, ni en la parte final donde fue la pieza discordante. No es un papel que se adapte a sus características.

Alessandra Volpe en la piel de Maddalena, la hermana del sicario, no paso de la absoluta discreción en un papel del que, aunque muy escueto, se puede sacar partido.

Ricardo Seguel fue mucho más que un secundario como el ultrajado conde de Monterone, es el que pronuncia la frase sobre la que gira toda la obra, "la maledizione", mostró dramatismo y capacidad vocal para abordar su papel.

Pauline de Lannoy, en el doble papel de Giovanna, la infiel sirvienta de Rigoletto y de la condesa Ceprano; José Manuel Díaz como Marullo; Pablo García López como Borsa; Lara Rainho en el rol de paje de la duquesa y Javier Galán en el doble papel de conde de Ceprano y de Ujier desempeñaron sus intervenciones al límite de la irrelevancia.

 El Coro de la Opera de Oviedo, bajo la dirección de Elena Mitrevska, se mantuvo en su línea habitual de solvencia y capacidad de adaptación a pesar de lo menguado de sus integrantes, aspecto que en la ópera verdiana desnaturaliza su esencia.

La dirección de escena y diseño del vestuario corrieron a cargo de Guy Joosten. Fue aburrida, en ocasiones contradictoria, puede que Rigoleto no vea ni oiga pero es imposible que sin darle ni siquiera una vuelta para desorientarlo no intuya que no ha salido del patio de su casa. Adoleció de la moda imperante de imponer posturas incómodas, cuando no imposibles a los cantantes, como hacer cantar al tenor tumbado en una mesa, también estuvieron presentes los momentos de mal gusto, no pueden faltar en toda escenografía que quiera obtener el marchamo de moderna, así la postura desagradable y grosera además de incómoda de la condesa, con un toque añadido ¿caníbal-erótico? de rociarla con especies, aunque ya estamos acostumbrados a cosas mucho mas zafias, incluso. Reconozco que no entendí el tejemaneje en el vestuario, comienza con un banquete-orgía que podemos situarlo más o menos en la época por los ropajes que portan para irrumpir personajes ataviados con trajes contemporáneos, eso sí mafiosos o del lumpen, en la misma escena. A la pobre Gilda la trituraron haciéndola salir descalza cuando es evidente que el fuerte de sus encantos no radica en sus extremidades inferiores y empeñarse en vestirla de manera que se remarcase su no muy grácil figura.

La escenografía que eligió Johannes Leiacker fue parca en exceso en los dos primeros actos para explayarse en el tercero sugiriendo que estamos en un antro mediante luces de colores y una especie de andamiaje como fondo, en el que no pintaba nada una Virgen iluminada y con flores. Lo peor fue la falta de recursos en el cambio de lugar de la posada-taller-discoteca-burdel, antro indefinido en definitiva, al lugar al lado del rio donde agoniza Gilda ¿Tan poca imaginación tiene? ¿Tan abrumado por la carencia de recursos se encontró que no encontró otra solución para cerrar su relato que recurrir trucos de  teatro de aficionados y muy justitos de medios?

Con sus luces y con sus sombras esta ha sido, junto con "Cosí fan tutte" la mejor representación de esta temporada que concluye

Cosima Wieck


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