Viernes, 26 de abril de 2024
Llegó la hora de gobernar
Se acabó el juego
Cuando nuestro actual presidente emprendía el camino plagado de trampas, pactos vergonzosos y con la mentira por protagonista para llegar al primer puesto del poder en nuestro desgraciado país, no estaba en su pensamiento que el gobierno de una nación consistía en eso precisamente, en gobernar, y enfrentarse día a día a posibles dificultades y problemas; que no se trataba de un juego; que no era sólo cambiar el coche por el avión, su domicilio por una mansión en la Moncloa, nombrar ministros a voluntad y en cantidad como pago de inconfesables pactos, exhumar e inhumar cadáveres indefensos, etc., etc., sino que era algo mucho más serio y complejo. No ciertamente, gobernar no era lo que él pensaba y se proponía. El modo de gobierno por él previsto era algo mucho más divertido, fácil y placentero y por ello estaba disfrutando de una segunda edición que prometía ser una continuación más duradera y "triunfal" que la primera.
Pero, de forma inesperada, llegó un día en que simplemente por culpa de un bicho microscópico pero de una enorme agresividad y virulencia, el mundo se puso patas arriba, valga la expresión, y todos los gobiernos se vieron en la insoslayable y primordial necesidad de hacer frente a la amenaza que, en forma de pandemia, amenazaba y estaba logrando, convertir en catastrófica toda estructura social y económica de cualquier país.
Y, como era de esperar, España fué una vez más la excepción en cuanto al momento y la forma de actuar ante un problema de tal magnitud. Y nuestro gobierno recibió claramente el aviso de la extensión e importancia de la epidemia en fecha y hora oportunas para tomar las medidas correspondientes y necesarias de forma preferente, inmediata y sin dilaciones, para hacerle frente e intentar paliarla en lo posible. Desgraciadamente, eso no fué así y una vez más fuimos diferentes, esta vez con toda la responsabilidad por parte del gobierno y, en una desgraciada "puesta de perfil", se intentó ningunear el problema, poniéndolo en duda y transmitiendo esa duda a la ciudadanía, sin tomar a tiempo esas medidas que, a todas luces, tal amenaza exigía.
Y, por lo tanto, por culpa de esa no solo inacción sino actuación temeraria y totalmente contraria a la correcta y necesaria, al permitir aglomeraciones de personas en forma de manifestaciones sin tomar las más elementales medidas de precaución, el virus corrió y saltó con toda libertad, en terreno más que propicio, en una irrefrenable y maléfica carrera, extendiéndose el contagio por toda la geografía nacional.
Había llegado ya, para este gobierno mentiroso e irresponsable, como era inevitable, la hora de gobernar, repito, la hora de hacer frente al mal, incuestionablemente, sin titubeos ni demoras y por tanto, empezaron a tomarse, de forma anárquica, medidas precipitadas, copiadas de otros países (menos mal que no fueron originales), pero tarde y a destiempo según todas las opiniones autorizadas, y como desgraciadamente por otra parte, la ciudadanía, acostumbrada a tanta mentira y cambios de opinión de un día para otro o incluso de una hora para otra, tardó o está tardando en hacerse sensible a la idea de la extrema gravedad de la epidemia que tenía encima desde hacía más tiempo del debido, las medidas más o menos acertadas no fueron tomadas en serio con el considerable perjuicio y retraso que esta postura iba a causar en cuanto al rapidísimo y voraz contagio.
Y en esas estamos. Por mi parte, rigurosamente enclaustrado, con actividad mínima y a la escucha continua de noticias, opiniones y lacrimógenos comunicados presidenciales (que merecen un capítulo aparte), y sin conocer a ciencia cierta el proceso y estado de la cuestión, a causa de esa falta de confianza que nos inspira este multigobierno en el que para más vergüenza y flagelo, uno de sus miembros que de cualquier forma quiere destacar, aprovecha vilmente la comprometida y dramática situación para sacar provecho a favor de sus oscuras aspiraciones, saltándose impune y miserablemente todas las normas del recto proceder y de respeto a la convivencia y haciendo gala de un incalificable y rastrero oportunismo.
Confiemos en que el tiempo y las circunstancias que todo lo irán aclarando, saquen a la luz este insensato y ruin proceder y que este elemento perturbador, enemigo de España, oportunista y rastrero, quede retratado como como lo que es realmente y no como lo que pretende hacernos creer que es.
Y no quiero terminar sin expresar mi sincero deseo de que este maligno proceso vaya cediendo con la buena voluntad y el buen proceder de todos y pidiendo a Dios que ayude y proteja muy especialmente a tantas personas profesionales o voluntarias que hoy ocupan el valeroso frente de esta esforzada y sacrificada lucha contra un mal tan virulento y peligroso como no se conocía en los anales de nuestra historia.
Francisco Alonso-Graña del Valle
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