Domingo, 28 de abril de 2024

Gato por liebre

Sustitutivos perfectos (I)

 Un sustitutivo perfecto es, en Economía, aquel producto que puede reemplazar “perfectamente”  a otro cuando éste sube de precio, por ejemplo la margarina y la mantequilla, el melocotón y la nectarina, el café de Brasil y el de Colombia, etc.  

El estereotipo del joven español actual consiste, esencialmente en un ser humano de unos 15 a 29 años profundamente hedonista, inclinado al abuso del alcohol y las drogas, sexualmente promiscuo y carente de capacidad de sacrificio, por lo que es incapaz de asumir compromisos o responsabilidades, evitando trabajar, independizarse, contraer matrimonio o tener descendencia. La plasmación más perfecta de esta imagen sería la del “nini”, que ni estudia ni trabaja y sólo aspira a pegarse la vida padre parasitando a sus progenitores.  

Bien -dirán algunos- se trata de un estereotipo, por lo que no pasa de ser una imagen muy deformada y generalizada acerca de una realidad inaprehensible compuesta por centenares de miles de seres humanos españoles jóvenes, cada cual con su “mismidad”. Ahora bien, replico yo, ¿qué grado de verdad podemos hallar en este estereotipo?  

Es innegable que una abrumadora mayoría de seres humanos considera que el fin de su vida es ser feliz, y que para ser feliz basta con tener un buen trabajo que permita sostener una familia, enamorarse, formar un hogar y tener hijos. Por tanto, parece imposible que la juventud española evite con tanto ahínco el ser feliz, haciendo cosas tan poco razonables como no estudiar para trabajar, no trabajar para sostenerse económicamente, no enamorarse para formar un hogar y no tener hijos para formar una familia.  

Quien considera que los jóvenes españoles no quieren ser felices se equivocan. Sucede  que muchos jóvenes españoles sí persiguen la felicidad, pero una felicidad que creen está en guiar su existencia por el camino del hedonismo; luego el principal fundamento de este estereotipo es que esta generación tiene una idea equivocada acerca de lo que es el fin de una vida humana, y los medios que conducen a ese fin. ¿Piensan así debido a un error inducido o a una elección consciente?  

-Sería un error inducido si el adoctrinamiento ideológico en las escuelas y en los medios de comunicación de masas hubiese corrompido su naturaleza, mostrándoles que a la felicidad se llega por otros caminos (promiscuidad, consumo desenfrenado...).  

-Sería una elección consciente si creen que todas aquellas cosas tan bonitas y deseables que componen la genuina felicidad son inalcanzables y que más vale disfrutar de los “pequeños placeres” que les ofrece el mundo antes que perseguir fútilmente lo “inalcanzable”.  

Pero con este asunto sucede como con las cebras, que no son blancas ni tampoco negras, pero son blancas y negras:  

Respecto al tema de la manipulación ideológica, sorprende que se lancen a los jóvenes propuestas de vida consistentes básicamente en hacer un uso emocionalmente destructivo de sus cuerpos, y en sacrificar tantas cosas a cambio de alcanzar un alto poder adquisitivo. No entiendo cómo alguien puede animar tales actitudes vitales, presentándolas como un ideal deseable y sano, cuando sólo sirven para que muchos chavales suiciden su dignidad y sofoquen su humanidad, adoptando a cambio una condición para-gallinácea.  

La responsabilidad es, en buena medida, de cierto tipo de publicidad empresarial. El deseo desaforado de ganancias económicas por parte de ciertas empresas expone a los chavales a un masivo bombardeo de propaganda conductual que refleja como modelos de vida a seres humanos con gravísimos problemas: gángsteres, mesalinas, drogadictos, psicópatas, comunistas, etc. Es cierto que esta publicidad no obliga a nadie a comportarse de cierta manera o a adquirir los productos publicitados, pero sí afecta a la forma en que los seres humanos percibimos la realidad, tanto más intensamente cuanto más joven es la persona que recibe el impacto propagandístico.  

Por otro lado, el sistema educativo público español es una auténtica trituradora de virtudes humanas (ahora llamadas “valores” por los progres): las niñas tienen que comportarse como niños, y viceversa; la sexualidad ha de ser explorada de forma desenfrenada; no se puede rezar ni enseñar la historia de España. Enseñan que “todo es lo mismo” -que diría Gardel-, aplicando el adagio a las familias, las tendencias sexuales, las religiones... y da igual si el alumno se comporta bien o no, si es trabajador o no, si agrede a otros o no, ya que todos los padres tienen derecho a que sus hijos estén aparcados en un pupitre durante unas horas al día. El régimen educativo animado por tales principios es, a todas luces, un abortorio de conciencias que, con inmejorable criterio, eluden los padres conscientes del enorme valor de la educación para la vida de sus hijos y con suficientes recursos económicos como para permitirse un colegio elitista dentro de España o en el extranjero. Los que no tienen posibles podrían decirle al señor Estado ¡aparta tus manos de mis hijos!, pero este es otro problema.  

En España ambos progenitores suelen tener la costumbre de querer trabajar para comprarse un buen piso, un buen coche y darse unas buenas vacaciones. Simultáneamente bastantes empresarios suelen tener la fea costumbre de imponerles jornadas muy prolongadas por salarios irrisorios que podríamos llamar “los coges o los dejas”, así que los progenitores se pasan el día fuera de casa para tirar adelante, a resultas de lo cual la educación que pueden dar a sus hijos suele dejar bastante que desear. ¿Solución? Bueno, al respecto hay un dicho que reza así: detrás de todo gran empresario siempre hay un gran sindicato y un gran inspector de trabajo... menos en España, donde los tres trabajan, de una manera u otra, para el Estado.  

Pero en el pecado va la penitencia: esta juventud, a la que se propone un ideal de vida hedonista, es la más exigente de todas las generaciones, pero precisamente por estar imbuida de hedonismo es incapaz de asumir la frustración de no poder alcanzar no ya la genuina felicidad, sino la felicidad de plástico de la propaganda... ¡si ni siquiera pueden igualar el nivel de vida material de sus padres! Reclama por tanto el cumplimiento de las promesas de un “mundo feliz” que el Estado y sus padres les hicieron, pero un Estado ineficiente y corrupto, sobrecargado de funcionarios, tan sólo les puede ofrecer becas, contratos basura y horarios interminables en el mejor de los casos, mientras que sus padres no pueden darles más de lo que ya tienen: casa, comida y paga de fin de semana. Y esta divergencia entre las promesas y la realidad está ahí y la ven los jóvenes, que optan por no rebelarse, anestesiados por la “felicidad de sobre” que les ofrece el hedonismo.

 Y es ahora cuando no pocos economistas españoles afirman que la solución a los problemas materiales de nuestros jóvenes, a sus altísimas tasas de desempleo juvenil, reside en la “liberalización” del mercado de trabajo, eufemismo consistente en abaratar el coste horario por empleado. Esto debería hacer pensar qué habrá más barato que las becas, o las prácticas no remuneradas, o los contratos temporales... (seguramente un chino que trabaja en china con un yuan eternamente devaluado). Uno también se pregunta qué habrá más caro que una juventud condenada al hedonismo por bandidos del alma y la buchaca, y a la miseria por la mafia comunista china y cierto empresariado occidental que pretende forrarse a costa del paro de unos aquí y la esclavización de otros allí.

Definitivamente, la causa primera de los problemas de la juventud la exceden en mucho. Se trata de un problema generacional: unos jóvenes víctimas y victimarios de una forma de entender España y a los españoles, muy “damucrática” y "pesebrera", que nos da becas, subsidios, “igualdá”, drogas, relativismo y aborto, en vez de dignidad y futuro.  

Sustitutivos perfectos, vaya.


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