Sabado, 23 de noviembre de 2024

La crisis que no cesa

¿Tiene solución el PP?

El espectáculo lamentable de los últimos meses induciría a pensar que no. Con honrosas pero contadas excepciones (Cayetana Alvárez de Toledo, Jaime Mayor Oreja, los militantes agrupados en Red Floridablanca), la tripulación sigue remando sin rechistar mientras el capitán Ahab expone el barco a la zozobra, guiado por la única obsesión de perseguir hasta el final la ballena blanca de una muy improbable investidura (tan improbable ahora como después de nuevas elecciones, que arrojarían resultados similares).

Luis del Pino enumeraba hace unos días hasta tres posibles maniobras que permitirían al PP recuperar la iniciativa, dificultando al mismo tiempo la cristalización del peligrosísimo Frente Popular: abstenerse para posibilitar la formación de un gobierno PSOE-C?s, siempre que sea presidido por Rivera y no por Sánchez (lo cual garantizaría una mayor sensatez en su rumbo); abstenerse en la investidura de Sánchez siempre que éste gobierne sólo con C?s y rompa a cambio todas las alianzas con Podemos en CC.AA. y ayuntamientos; abstenerse a cambio de la aceptación por la coalición PSOE-C?s de ciertos puntos programáticos (por ejemplo, no derogar la reforma laboral que ha hecho posible una intensa creación de empleo desde hace un año).

Si uno de esos tres precios fuera aceptado por el PSOE, el PP habría prestado un gran servicio a la nación, impidiendo el Frente Popular, y a su propia credibilidad como verdadero partido nacional, capaz de abnegación patriótica. Eso sí, las tres operaciones requerirían el harakiri de Rajoy. Y al registrador de Santa Pola le parece más espantable la deshonra de contar alguna vez a sus nietos que fue el único presidente de la democracia que no repitió cuatrienio, que la de no haber hecho todo lo posible para evitar la formación de un gobierno de ultraizquierda que traerá consigo la ruina económica y el vaciamiento de la soberanía nacional mediante concesiones irreversibles a los nacionalistas catalanes y vascos.

Quienes acusan al PP de vacío ideológico incurren en grave injusticia. El PP sí tiene un principio innegociable: el rajoyismo, el Führerprinzip, la lealtad al líder. Sólo eso es sagrado. Lo demás se puede modular grouchianamente hasta el infinito en función de lo que requiera el principio único de la irrenunciable presencia de Rajoy en la poltrona presidencial.

Por ejemplo, el documento programático presentado la semana pasada -con puntos como: "renegociar los objetivos de déficit negociado con la UE"; "relajar el rigor presupuestario"; aumentar el gasto social, y por tanto los impuestos ("utilizando para ello todos los instrumentos, desde las políticas asistenciales hasta las fiscales")- supone una desvergonzada bajada de pantalones ante la izquierda. Entre sacrificar los últimos vestigios de ideario económico liberal para mantener vivas las remotas opciones de Rajoy a la presidencia, y sacrificar la cabeza de Rajoy a cambio de la exigencia de un mínimo de sensatez presupuestaria a una coalición PSOE-C?s, el PP escoge sin dudar lo primero.

Como dijimos aquí el día siguiente a las elecciones, el desastroso Frente Popular tendría al menos la ventaja de ofrecer una oportunidad de regeneración a un PP liberado al fin del liderazgo gris de Rajoy. Cayetana Alvárez y Red Floridablanca piden desde hace meses un "congreso abierto", sin avales, compromisarios y demás filtros al servicio del establishment partidario: unas primarias basadas en el principio "un militante, un voto".

Los liberal-conservadores tendremos que agarrarnos a ese clavo ardiendo, visto que la derecha social española no se digna concederle una oportunidad a Vox. Pero los indicios no son halagüeños. Se habla de Cifuentes, Feijóo o Soraya Sáenz como candidatos más verosímiles a la sucesión. Para ese viaje no hacen falta alforjas. No será un PP dirigido por Cifuentes el que retorne "o llegue por primera vez- a una defensa sin complejos de la vida, la familia y la natalidad. Ni un PP liderado por Feijóo (que mantuvo las políticas lingüísticas galleguistas) el que recupere la iniciativa moral y política frente a los nacionalismos.

Sí, con Pablo Casado podría haber quizás cierto margen para la esperanza. Pero ni Casado ni ningún otro candidato con un perfil liberal-conservador creíble llegará al liderazgo si no se hacen primarias abiertas a los militantes. Sánchez apela a las bases del PSOE para legitimar su probable acuerdo con Podemos, pues sabe que los afiliados están a la izquierda de sus dirigentes.

Si, por primera vez en su historia, el PP diese voz a las bases, quizás se produciría un giro a la derecha. Las encuestas acreditan que casi un 40% de los españoles son partidarios de la recuperación de las competencias de educación y justicia por el Estado, contrarios al aborto y a la ideología de género (puede que esos 40% no coincidan entre sí, aunque apostaría que lo hacen en gran medida); un 30% son incluso partidarios del libre mercado, el Estado ligero y los impuestos bajos. Es de suponer que en la militancia del PP esos porcentajes son más altos, probablemente mayoritarios. En España queda gente de derechas. ¿Qué extraña maldición determina que no tengamos derecho a un partido que nos represente?



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