Sabado, 23 de noviembre de 2024

Un triste colofón

Un don Juan a pesar de don Juan

 Tras asistir a la primera representación del último título de la presenta temporada, lo primero que me ha sugerido es una pregunta ¿Por qué se han empeñado siempre en programar este título sin contar con los elementos imprescindibles que hagan justicia a la importancia de una obra como ésta? Es verdad que se ha “subido pocas veces al cartel” del teatro Campoamor pero, al menos, en las que yo vi los programadores no pusieron los medios para lograr un resultado “respetuoso” con una obra de esta envergadura. Pero sin duda ayer fue la vez más decepcionante.

         Vuelvo a preguntarme cómo se puede poner en escena una ópera sin tener al protagonista o para ser más exacta recurriendo a una especie de “sombra”  para que lo encarne, si se me permite el recurso al propio argumento para construir la metáfora. El personaje de don Juan en Mozart requiere un barítono poderoso, que domine los bajos, -en ocasiones es asumido por bajo-barítonos como el recordado Raimondi entre otros- para acentuar el carácter demoniaco del personaje, pero también los agudos como símbolo de su audacia insensata y que tenga un poderoso instrumento en toda la tesitura para de este modo transmitir toda la potencia física, casi sobrehumana, que caracteriza de manera cercana a la caricatura al personaje, si a todo esto añadimos que debe estar dotado de gran agilidad vocal para asumir los aspectos cómicos que salpican su actuación así como una exquisita musicalidad necesaria para interpretar toda la riqueza que encierra esta partitura, estaremos de acuerdo en que es imprescindible un cantante de una óptima calidad o mejor pensar en una alternativa menos exigente. Pues bien ninguno de los requisitos antes citados  estaban presentes en la voz de Rodion Pogossov, es más en ocasiones costaba oírle, creo que los ocupantes de las localidades ciegas debieron experimentar la sensación de asistir a un nuevo experimento –no les habrá asombrado dado lo que estamos viendo los últimos años- en el que una ópera es representada con el papel del protagonista vacío. Me duele ser tan dura con un intérprete, sé las muchas dificultades que padecen y lo difícil que es ese mundo, pero estos son los peligros de poner una voz, como mucho destinada a ser un secundario, como protagonista y un protagonista tan hegemónico como el de esta ópera.

         A este desastre se unió la elección de Ievgen Orlov como Comendador. Un bajo con un “hilo” de voz, con graves inaudibles lo que borró todo el estremecimiento sobrenatural que debe transmitir el personaje. Comprenderán que con estos “mimbres” es imposible disfrutar de una obra tan esencial en la historia de la Opera.

         Evidentemente no todo fue así hubo momentos buenos e intérpretes notables, destacando sin duda las mujeres.

          Simón Orfila, fue un más que correcto Leporello que alivió en parte el “desastre” de su señor en la ficción. Es un cantante que sigue progresando y asumiendo con éxito papeles muy complicados como en este caso, estuvo acertado, ágil vocalmente, gracioso y con un registro que en todo momento hizo frente a las necesidades de la partitura, fue una de las figuras de la noche sin duda sino la más destacada.

         Antonio Lozano en el papel de don Ottavio no pasó de la corrección, que no es poco, no tiene una voz bella pero tiene expresividad y buen empaste en los concertantes pero en algunos agudos le faltaron los armónicos.

         Davide Bartolucci fue un Masetto  que no pasó de la discreción.

Como ya he avanzado, las mujeres fueron otra cosa.

         La doña Anna de María José Moreno mantuvo una línea de delicada belleza, con buen dominio de los reguladores, unos pianos bien ejecutados, agudos con armónicos y concertantes y dúos bien empastados, logrando una expresividad que nos transmitió el estado de ánimo del personaje tal y como el compositor había dispuesto. Es una cantante que ha “crecido” vocalmente desde su última actuación es este mismo escenario.

         Virginia Tola también salió bien librada como  doña Elvira, rol más “colorido” que el de doña Anna pues sus estados de ánimo son más cambiantes, desde el enfado con matices cómicos hasta el lirismo del enamoramiento, pasando por el patetismo de la misericordia o el arrepentimiento y el miedo, sentimientos todos que deben reflejarse vocalmente y que transmitió con solvencia.

         Maren Favela fue una Zerlina “pizpireta” y algo más que correcta.

         El coro actuó con solvencia y buen empaste.

                   Álvaro Albiach realizó una lectura ajustada de la partitura, aunque en la obertura estuvo algo plano sin resaltar esos acordes que consiguen el ambiente “tenebroso”, “sobrenatural” con los que se nos adelanta el final de la historia, cuyo tema reaparece en la lúgubre escena en la que irrumpe la estatua del Comendador en los que ya late la esencia del romanticismo que el genio de Mozart prefigura.

         La Orquesta, Oviedo Filarmonía, fue una fiel ejecutora de la partitura.

                                  De la escena no hay nada que contar porque no la hubo a no ser que queramos llamar así a unos tétricos paneles gigantes que ejercieron a modo de fondo multiusos, por supuesto no faltaron las pinceladas que más que cómicas fueron soeces o los detalles “cutres” como la silla de la cena con el Comendador, lo que sí hubo es quien firmo por ello y por tanto hemos de suponer que habrá recibido los correspondientes honorarios: Alfred Kirchner y Ulrich Schult ¡Tanto como nos quejábamos de aquellos telones pintados de antaño! Quien nos los diese ahora por lo menos no cometían un delito de “lesa armonía”

         Comenzaba esta crónica diciendo que este don Juan nos dejó un sabor agridulce como la temporada que comenzó suscitando buenas expectativas con el Oro del Rin para ir desinflándose y llegar a su apoteosis nefasta en la infausta Ainadamar terminando con una especie de pirueta sarcástica con un don Juan sin don Juan

 


Comentarios

Por Cantabria 2014-01-29 19:52:00

Sigue así Cósima porque estás rompiendo "la baraja amañada" que tenía la actual directiva de AAO con LNE, la crítica de Cosme Marina sigue la tuya aunque eso sí con mucho merengue y por supuestos defendiendo al ultranza las chapuzas de los escenógrafos


Por Aficionado cansado 2014-01-28 22:18:00

Certero analisis que pone de manifiesto la decadencia de la opera de Oviedo a la que algunos quieren conservarle la importancia negando la evidencia


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