Sabado, 23 de noviembre de 2024
Un L Elisir d amore delicioso
Este año, que la temporada operística ovetense celebra su septuagésimo cumpleaños, la organización de la misma ha basculado su propuesta entre un inicio wagneriano, en el que ha volcado los mayores recursos, con excelente resultado y un cierre protagonizado por una obra exquisita pero muy poco popular, y, quizá para contentar a "tirios y troyanos", en medio ha recurrido al repertorio más frecuente y conocido en nuestro coliseo, si exceptuamos a Andrea Chenier, obra presente en la temporada pero no demasiado habitual.
Dentro de esta apuesta se ha optado por programar, una vez más, a Gaetano Donizetti, a pesar de haber estado presente hace tan sólo dos temporadas, si bien es verdad que con una obra muy poco conocida del autor: "El duque de Alba". Pero sorprende más el que dos años antes se subiera a escena Don Pasquale, obra bufa y una de sus obras maestras
Este año hemos vuelto a ver una de sus composiciones más conocidas y celebradas, también bufa, quizá el género en el que más ha brillado el genio de Bérgamo.
El elixir de amor, la traducción de su título, es una deliciosa comedia de argumento simple pero que encierra arquetipos profundos de la conducta humana como la volubilidad amorosa, en contraposición con la constancia, la prepotencia de la fuerza, el poder del dinero o la conducta pícara del que pretende sobrevivir a base de engañar al prójimo, pero todo ello suavizado por el humor y la sencillez del texto, obra de Felice Romani que se inspira en la que Eugène Scribe preparó para D.F. Auber en 1831, Le Philtre.
La representación del domingo sobrepasó la corrección para rozar la delicia.
La ágil lectura del director de orquesta, Oliver Díaz, captó el espíritu alegre, desenfadado y algo pícaro todo ello tamizado por un tenue velo de melancolía que alcanza su máxima expresión en su archifamosa aria "una furtiva lacrima" versionada hasta la extenuación, cosa que en cierto modo ha obrado en su contra ya que cuando algo se populariza en exceso pierde su "halo" primigenio y hasta parece que se devalúa lo que es sin duda una de las melodías más inspiradas de las historia y cuyo tinte melancólico parece no encajar demasiado en el planteamiento general de la obra. El maestro Díaz derrocho energía, entusiasmo y compromiso hasta el punto de involucrarse en la escena en lo que sugería un guiño a las bromas de los directores del concierto de primero de año de la Filarmónica de Viena.
Si a ello unimos que estaba al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias y que la formación siguió sus directrices disciplinadamente sin caer en la tentación de abandonarse ante una partitura demasiado "fácil" olvidando que en el arte no hay nada fácil sino inspirado o no inspirado.
José Bros fue un Nemorino impecable, su bella y bien colocada voz va unida a un elegante fraseo, con gran igualdad en el color, pianos sonoros llenos de sentimiento y seguridad en los agudos. Posee además un instrumento potente lo que lo convierte en el intérprete ideal para este papel.
Beatriz Díaz fue digna rival, si bien tiene menor envergadura en la capacidad vocal, posee un timbre agradable, pianos logrados pero sigue sin conseguir los armónicos en los agudos cosa que mancha una interpretación en lo demás uniforme.
Belcore, el sargento fanfarrón y rival de Nemorino, fue asumido por Edward Parcks, su comienzo fue muy poco afortunado pero fue de menos a más y logró hacerse con el papel, tiene una voz bien timbrada pero poco potente, no obstante para lo que requiere de él este papel estuvo bien si olvidamos el comienzo.
Alessandro Corbelli fue el doctor Dulcamara, el charlatán que engaña a los ingenuos e ignorantes campesinos con su palabrería, es un papel esencialmente para un bajo cómico. Corbelli, poco dotado vocalmente, volcó su interpretación en la parte cómica y actoral de manera que nos brindó un Dulcamara aceptable
Marta Ubieta fue una correcta Giannetta.
El coro de la Opera de Oviedo bajo la dirección de Elena Mitrevska tuvo una actuación algo irregular, las voces parecen haber envejecido y falla el empaste, es una pena porque nos tenía acostumbrados a una calidad muy alta.
Joan Anton Rechi dirigió la escena y Alfons Flores la escenografía. No se resistieron a la dictadura del cambio de época y ambiente, en esta obra eso no es demasiado importante por la atemporalidad y universalidad del planteamiento dramático, también se está poniendo de moda en el Campoamor el traslado de algún cantante al patio de butacas. Sólo me parecieron algo esperpénticas las escenas del "revolcón" de los protagonistas una vez declarado su amor, es evidente que los intérpretes no están en condiciones físicas, al menos los dos, para realizar esa pirueta y no les hace falta, esa no es su labor. Un poco de respeto para los cantantes, no olviden que estas obras fueron escritas exclusivamente para su lucimiento. Tampoco entendí la boda con la que se abre la escena, convirtiendo a la campesina Giannetta en novia además embarazada, no veo que gracia le añade esta "morcilla" a la obra, más bien confusión ya que colisiona con la que están a punto de protagonizar Amina y Belcore y menos al simulacro de parto con niño-muñeco incluido, la prueba de que carecía de chispa es que el público en ningún momento rió, como suele suceder en este tipo de composiciones.
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