Sabado, 23 de noviembre de 2024

La organización siempre "tacaña" con los grandes títulos

UN WERTHER CON SONORAS SOMBRAS

Si una obra representa la esencia del romanticismo es sin duda “las desventuras del joven Werther” obra escrita en forma epistolar y considerada por algunos como semiautobigráfica de su autor, el polígrafo alemán Goethe. Publicada en 1774, durante su  juventud  es por ello una de las pocas de este autor que se pude encuadrar la corriente bautizada “Sturm und Drang”. Al que pocos años después abandonaría para fundar  junto con su compatriota, el también poeta, Schiller lo que se conoce como “movimiento clásico alemán”.   

       Esta obra fue tomada como fuente de inspiración por el compositor francés Jules Massenet que recurrió a los libretistas Édouard Blau, Paul Millet y Georges Hartmann para que adaptaran la novela al género teatral y así tener el formato idóneo que le sirviera de soporte para componer la ópera que el martes fue repuesta en Oviedo como inauguración de la actual temporada.    

      Si  “Sturm und Drang” suele ser traducido como “tormenta y pasión”, es indudable que ambas brillaron el jueves, en el Campoamor, por su ausencia.     

     Hay que reconocer el acierto y casi el deber de inaugurar la temporada actual con un titulo del compositor francés como recordatorio de su centenario. Pero hacerlo con este título, tan de agradecer, pero al mismo tiempo tan problemático por sus dificultades obvias, entraña un riesgo del que sus promotores no salieron bien parados.    

      No puedo entender que se haya elegido al tenor catalán José Bros, -por otro lado muy asiduo a nuestro teatro, casi parece pertenecer a la plantilla, en el caso de tener la fortuna de poseer una-, por mucho que se haya hecho saber que ha estudiado en profundidad este personaje, de ser así, no lo fue con mucho, casi me atrevería a decir, con ningún provecho. En primer lugar no posee la voz, ni el timbre adecuados. Bros es un tenor irregular que tiene una bella voz que en sus días buenos, domina los agudos, no por cierto el martes, algunos fueron claramente fallidos como sucedió en el dúo del primer acto o en el primero del área “pourquois me réveiller”, en otras ocasiones quizá debido a su intento de interiorizar el lamento desgarrado del protagonista. Inútil esfuerzo su voz de timbre muy ligero en los agudos, si es reprimida sólo sirve para que pierda brillantez y en absoluto consiga el efecto deseado.     

     Además el Werther es un papel muy exigente en la zona media de la escala, donde el autor sitúa el titánico choque de sufrimiento y deber que experimenta su personaje, es precisamente donde el tenor flojea muy considerablemente, para que hablar de las zonas graves casi inexistentes o transportadas.    

      Bros es un tenor curtido en la ópera italiana que loablemente quiere ampliar su repertorio pero que debería comenzar por personajes que se adapten más a la tesitura y características de su voz. De esta manera nos mostró un Werther italianizante y opaco. Todo esto nada tiene que ver con que los espectadores “más adultos” recuerden que quien vistió la piel del personaje por última vez en nuestro teatro fuera el llorado Alfredo Kraus. Es verdad que era un reto difícil para el catalán pero si su versión hubiera sido magnífica habría sido capaz de conjurar el recuerdo como a su vez hizo Krauss con la de Fleta, tenor hoy completamente olvidado, pero que en su día fue tan importante como para estrenar el Calaf de Turandot.        

  Si durante toda la representación logró aburrirnos solemnemente –la respuesta del público fue elocuente ni siquiera despertó para protestar- el pasaje más famoso de la obra, el área “Pourqois me réveiller” que parafrasea un poema de Ossian momento de belleza inenarrable, si el interprete logra transmitir lo que la partitura contiene, fue uno de los momentos para olvidar, hasta el punto de que el teatro pareció entrar en una nueva “Edad del Hielo”. A pesar de lo dicho Bros se movió dentro de las líneas de la corrección pero esto en arte es casi peor que “desarmar la bolera”.     

     Nancy Fabiola Herrera, la mezzo canaria acometió, el desdichado y poco lucido papel de Charlotte. Lo abordó con soltura, convicción y pasión, dominó los agudos pero le falto ese punto, esencial en este papel especialmente desagradecido, de jugar con los matices, los pianos y el fraseo en los tonos medios. Fue una mas que aceptable Charlotte que brillo fundamentalmente en el dúo final.    

      Marc Barrard interpreto a Albert el desencadenante de la tragedia, el marido impuesto a la protagonista y que impide la felicidad de los enamorados, papel poco grato aunque vocalmente puede dar juego a alguien con ganas y medios, no fue el caso.    

      El resto de personajes cumplieron con sus papeles con solvencia con excepción del padre de Charlotte y con mención especial para Elena de la Merced en el papel de Sophie, hermana pequeña de Charlotte     

     El coro de niños estuvo muy en su papel aunque este sea secundario en la extensión pero fundamental en el desarrollo temático ya que son los encargados de encarnar la alegría y la frescura en una obra tan carente de ello por su propia esencia.          Ybes Abel dirigió a la OSPA en una versión muy emotiva y brillante que fue de menos a más, con algún lunar como no advertir las posibilidades vocales del protagonista y tapar su canto con el clímax orquestal en el “Pourqois…”. Pero el cuadro final con el preludio a la muerte del Werther fue el momento estelar de una velada tan carente de ellos, ¡que pena tanta orquesta para tan pocos cantantes! La cuerda sobresalió, especialmente los graves.     

     De la dirección de escena y decoración poco hay que decir, no cayo en los ridículos e incongruentes excesos habituales pero es evidente que del movimiento romántico sus ideales y filosofía no saben nada, no se puede mirar el pasado con  ojos del presente porque se cae en la anacronía o en la ucronía y si una obra no es transportable a otra época es precisamente Werther, es verdad que no cayeron en esa trampa, pero esa manía de simbolizar sentimientos opresivos recurriendo a la geometría, además de recurso manido suele ser ineficaz, especialmente en este caso en que no tuvieron en cuenta, las circunstancias del teatro, diseñado como todos los decimonónicos siguiendo el precedente del de Burdeos, obra del arquitecto Víctor Louis, teatros muy bellos pero incómodos visualmente porque su estructura vuelve ciega la escena para una parte importante del aforo. De manera que si sitúas el discurso escénico en un tercio del escenario y este no es el centro sino la parte izquierda dejas a medio teatro en una representación a ciegas. Por otra parte es lógico porque a sus autores, utilizando una frase que ya forma parte de la historia de España, ni estaban ni se les esperaba. Si trabajan así es natural que los resultados sean los cosechados el pasado once de septiembre.   

       El vestuario fue asumible, este suele ir “a rebufo” de la lectura que de la obra haga el director de escena, en este caso no sé porque no se optó por el de época que fue sustituido por otro más tardío aunque también del XIX, quizá porque siendo del mismo siglo “que más da”, partiendo del desconocimiento generalizado del público sobre los matices de un tiempo ya tan lejano.

 No quiero acabar sin señalar algo que me llamó poderosamente la atención ¿Por qué, el diseñador del vestuario, Jorge Jara endosa a una figura poco esbelta y bajita, como la de José Bros un guardapolvo hasta los pies? Desconozco que “odios africanos” pudieron inspirarle una “venganza tan dolorosa”. Y el pobre José se lo puso sin protestar, tiene mérito su paciencia. Pero puedo equivocarme porque el feísmo y el abandono de la belleza está contaminando todos los órdenes de la vida, no hay más que ver como “sin prisa pero sin pausa” se va excluyendo el uso de la etiqueta por parte del elemento masculino y de los vestidos de gala por el femenino –la crisis no es una excusa esto sucedía en plena abundancia y además quién no puede recurrir al fondo de armario-. La inauguración de la ópera en Oviedo es uno de los pocos eventos sociales que se producen en la ciudad junto con los Premios Príncipe de Asturias. Si sólo tenemos dos y prescindimos de uno nuestra ciudad acabará convirtiéndose en una aldea remota.

  Cosima Wieck


Comentarios

Por Un aficionado 2012-09-17 00:38:00

Hay que replantearse la temporada


Por Ovetense 2012-09-15 22:54:00

Si la opera no sale bien por el hecho de ocultarlo no se arrgla nada


Por Rigoletu el del nabucu 2012-09-14 22:23:00

¡Home Cosima, non ye nin será pa tanto! Nin tan malo todo, nin tantu inorante, y pa guapes, les aldées remotes. Y la gabardinona de Bros, paéz mentira que non sepas pa qué ye. En serio: gran crítica pero de nivel muy exigente. Yo prefiero la ucronía a la anacronía o sea, la verdad al revés.


Por La disidencia 2012-09-14 22:06:00

Sigue la decadencia


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