Sabado, 20 de abril de 2024

Es evidente que nuestra temporada no pasa por su mejor momento

UNA AGRIPPINA INOPORTUNA

              Es evidente que nuestra temporada no pasa por su mejor momento fundamentalmente porque a la crisis que asola el país no hay ámbito que le sea ajeno pero también por el poco acierto de sus gestores que parecen tener a gala “menospreciar” la opinión de sus asociados, así como  los gustos y preferencias del  público, que ha sido relegado a la categoría de “plebe” cultural que sólo puede aspirar a ser adoctrinada dada su “ignorancia y gusto plebeyo” pero que es, quiéranlo admitir o no, el pilar esencial de la existencia de este evento musical ya que sin público el espectáculo –y la ópera lo es- se convierte en algo absurdo y herido de muerte; como puede estarlo a no mucho tardar nuestra ópera si se continúa con esta línea “prepotente” y  “sorda” ya que en un momento en que la inmensa mayoría de los ciudadanos para decidirse a prescindir de una cantidad económica tiene que pensarlo dos veces o más, por lo que sino no se le ofrece algo verdaderamente atractivo es evidente que no acudirá ni siquiera por curiosidad.     

     En este estado de cosas la programación de una ópera muy secundaria aunque haya sido escrita por un autor de enorme importancia como Händel, no parece lo más oportuno y ello por varias consideraciones.    

      La primera que dentro del mundo de los amantes de la ópera no es el periodo barroco el más popular sobre todo si se tiene en cuenta que la mentalidad que las alumbró y para la que fueron compuestas aquellas no sólo ha muerto hace mucho tiempo sino que ni siquiera ha perdurado la más mínima memoria fuera de los círculos eruditos. Aquellos espectadores no estaban plenamente concentrados como los de hoy durantes las cuatro horas que dura la representación sin poder moverse ni tan siquiera carraspear sino que se dedicaban a las más diversas actividades y sólo prestaban plena atención en los momentos álgidos de la representación    

      La segunda porque es imposible recrearlas tal como fueron concebidas ya que falta algo fundamental para ello como es la figura del “castrati”, alma real de las obras de este periodo, que constituyó un fenómeno único en la historia y por tanto irremplazable. De manera que lo que hoy oímos es un pobre remedo de aquello aunque la importancia de la partitura en la mayoría de las ocasiones haga que merezca la pena representarlas con los medios de los que hoy disponemos.    

      La tercera es que cuando se trata de obras secundarias como es el caso de Agrippina sólo puede alentar el interés por escuchar la obra un cierto afán arqueológico que es difícil que “funcione” en un momento tan poco propicio para las alegrías y en el que hay que estar constantemente tomando decisiones para priorizar los gastos.

         No había que tener dotes adivinatorias para predecir que el estreno de ayer no iba a constituir un éxito de público en cuanto al aforo pero tampoco en la aceptación, una parte numerosa de asistentes abandonó el teatro durante la función.       

      Agrippina es una de las primeras óperas de su autor, escrita en su periodo italiano fue estrenada en Venecia en 1709, en el teatro San Giovanni Crisóstomo de dicha ciudad que era propiedad del autor del libreto, el cardenal Vincenzo Grimani. La obra sigue el tipo de melodrama instaurado por Scarlatti y en ella  resuenan las prácticas vocales e instrumentales de los maestros italianos de la época como el propio Scarlatti, Corelli o Pasquini.    

        Lo mejor de todo lo que se escucho ayer fue con diferencia la versión orquestal que nos ofreció la OSPA magistralmente dirigida por Benjamin Bayl que además ejecutó la parte del clave en un original maridaje. El tempo händeliano se adueño por completo de la interpretación en la que sobresalieron la pequeña “a modo” de obertura y el final con los cantantes  ya fuera del escenario. Ambos momentos justifican la velada.   

       En cuanto a los cantantes hubo de todo aunque se movieron en conjunto dentro de la corrección y la profesionalidad solvente.      

    Anna Bonitatibus, estuvo eficaz como Agrippina, aunque le falta dominio de los graves y en los melismas más largos hubo ocasiones en los que llegó a faltarle la entonación. En el ária “pensi” abordó una acentuación poco barroca y al tiempo no demasiado dramática.

          Pietro Sapagnoli fue un magnífico Claudio, conoce bien los papeles barrocos, tiene un bello instrumento de color uniforme y con sonoridad plena. No hizo sino confirmar lo que sabíamos de él por su interpretación de Fígaro en el Barbero de Sevilla hace unas temporadas.  

        Serena Malfi estuvo notable como Nerón tiene una voz bien timbrada, dulce con acertada acentuación de bello lirismo.     

     Elena Tsallagova fue una Poppea elegante en lo vocal, tiene una voz bien timbrada que maneja con agilidad y seguridad a pesar de que los “caprichos” de la directora de escena no la ayudaron salió airosa del empeño.   

       Xavier Sabara encarnó a Ottone aspirante al trono imperial y enamorado de Poppea, es un contratenor de voz muy artificial que recurre al falsete lo que convierte su emisión en desagradable, alejándola de cómo podría haber sido la de un castrati para asemejarla a la burda imitación de una voz femenina. Debe replantearse su técnica vocal desde el principio.    

      Flavio Ferri-Benedetti en el papel de Narciso estuvo correcto, tiene una voz de las características de Sabara pero es más natural, menos forzada y su papel de menor responsabilidad.    

      Joao Fernandes como Pallante, Valeriano Lanchas como Lesbo y Cristina Faus como Giunone cumplieron con sus respectivos papeles.

         En cuanto a la dirección de escena de Mariame Clément lo primero que hay que decir que se ajustó a lo esperado, ya la conocíamos por sus versiones –en este mismo teatro- del Viaggio a Reims y el Barbero de Sevilla. No faltó ninguna de los ingrediente: el consabido cambio de época, el día que veamos una versión en la época en que su autor la situó será noticia de portada, aderezado por un especial mal gusto que roza en ocasiones lo soez como la “escenita” del sofá entre Agrippina y Pallante o la de cama entre Poppea y Ottone, es denigrante para un cantante tener que enseñar en público sus poco “agraciadas intimidades” por el arbitrio tiránico de un director de escena, directora en este caso, que sueña con alcanzar el olimpo del genio a costa del “sacrificio” de los verdaderos protagonistas, los cantantes.     

     La escenografía fue pobretona, “cutre” incluso que en absoluto evocaba el lujo petrolero tejano. No faltó la escena de baño obligando al “sufrido” Pietro Spagnoli a protagonizar una poco lucida escena que no venía a cuento salvo por la fijación que la escenógrafa debe sufrir con esta pieza de las viviendas ¿habrá sufrido algún trauma en la infancia mientras realizaba su aseo personal? ¿Querrá dejar clara ante el mundo que nadie más aseado que ella? ¿O recibirá algún “mecenazgo” que le imponga la presencia de los sanitarios en cada una de sus producciones? La respuesta es algo que excede la capacidad de esta modesta cronista. En definitiva más de lo mismo y sobre todo un regusto amargo que estamos ante algo que no podemos calificar de bueno ni de malo sino de simplemente ridículo. Fue naturalmente pateada y parece, a juzgar por su actitud que eso "la pone" si me permiten este argot "modernillo" más que nada para no desdecir con la escenógrafa, esto es un indicio de un ego desmedido así como de una mentalidad rancia, eso de que el despaego del público es señal de genialidad ya lo patentaron los impresionistas hace nada menos que 150 años, vamos de los más moderno, y les aseguro que no es una ecuación que funciones con precisión matemática sino todo lo contario

         Tengo que confesar que el periodo barroco es uno de mis preferidos en la música y por ello me he sentido especialmente disgustada ayer porque ni la elección de la obra ni su representación estuvieron a la altura de lo que debemos exigir sólo me he sentido reconfortada por la belleza de la música instrumental y su mas que acertada ejecución


Comentarios

Por María 2012-12-21 16:43:00

Mejor no opinar con tanto sabiondillo experto en castrati, en barroco y en lo que se tercie


Por Aficionado de Oviedo 2012-12-19 23:41:00

La verdad es que hay contratenores que no cantan de falsete,sino que tienen una voz especialmente aguda y ligera.Por otra parte hay por ahi algun excretador de palabras que no parece tener claro lo que es el tempo.Animo Cosim a los perros empiezan a ladrar con fuerza sintoma de que das en la diana - y duele- y de que este periodico cabalga hacia el exito


Por ariodante 2012-12-19 15:40:00

sobre todo si se tiene en cuenta que la mentalidad que las alumbró y para la que fueron compuestas aquellas no sólo ha muerto hace mucho tiempo sino que ni siquiera ha perdurado la más mínima memoria fuera de los círculos eruditos. jajaja, es por eso que habrïa que ir aboliendo a la iglesia catolica, más que a la opera barroca. Por cierto qué crítica más espantosa. Mal escrita, y sin ningún conocimiento que la avale. "el tempo handeliano" ?????? sabe usted de lo que está hablando? realmente vergonzoso, y encima calificar a la producción de "inoportuna". qué desfachatez, por favor. Agrippina es por cierto una de las obras maestras de Haendel, si usted no sabe apreciarlo es su problema, pero decir que le gustaria ver obras mas "conocidas" del repertorio denota una ignorancia espantosa. Está usted en todo derecho a ser ignorante, claro, pero no nos haga sufrirlo a nosotros escribiendo semejante basura.


Por Farinelli 2012-12-19 01:26:00

¿Alguien puede decirme cómo canta un contratenor si no es de falsete? ¡Cómo cantaba James Bowman? Lo diré yo: de falsete, como todos los contratenores.¿Es qué alguien pretende que los castren? Cómo se puede ser experto en barroco y esccribir "como es la figura del ?castrati? (SIC). Querrá usted decir del "castrato", porque castrati es el plural. Y añadir que es el alma real de las obras de este periodo, mire usted, la figura del castrato existe como un fenómeno más desde la Edad Media y el Renacimiento, no surge en el barroco ni es el alma real de las obras de este periodo. El alma real de las obras de este periodo es EL BAJO CONTINUO, qué me parece que usted que no lo menciona. Humildad y estudio. Y una última cosa: Sepa, usted, que quienes verdaderamente saben música la componen, aquellos que saben algo menos sólo la ejecutan y los que no saben nada: la critican. DIXIT


Por Salieri 2012-12-18 21:32:00

Para futmisa. Valiente, excelente, etc. no son repeticiones, aunque sí coincidan en elogiar la crítica. Y su tono es lo primero, y su contenido, lo segundo. Nadie nos paga para hacerle el coro al/a crítico/a Cosima, es que coincidmos con ella. Yen estos tiempos de pelotas, y de serviles a la mano que paga o al periódico que está vinculado de uno u otro modo, directo o en torno al ayuntamiento, al dinero público que sufraga todo, hace falta el disenso, como respirar.


Por Futbmisa 2012-12-18 15:49:00

¿Por que se repiten expresiones como valiente o excelente Critica?


Por Sochantre 2012-12-17 19:57:00

Para Salieri: Seré un pelmazo impenitente pero en mi comentario anterior se me pasó aludir al suyo con el que me había reído de muy buena gana por las ocurrencias y referencias tan bien traídas a las retransmisiones de fútbol, etc. Aunque se le nota cabreado demuestra claramente no haber perdido un excelente sentido del humor. Muchas gracias y me felicito por la total coincidencia de pareceres.


Por Sochantre 2012-12-17 19:21:00

Corrección de error: En mi comentario, al principio, se escapó "acertadísima" cuando debía ser: "acertadísimo" (el análisis de la sra. Wieck). Nuevas disculpas.


Por Sochantre 2012-12-17 19:09:00

Excelente critica que a mí, muy modesto aficionado pero asiduo a la ópera de Oviedo me ha complacido plenamente. El análisis de la representación de ayer, acertadísima en todo momento con unos detalles de humor muy gratificantes. Yo eché de menos en la escena, pues la esperaba vista la situación histórica en que se situó caprichosamente la acción, la aparición de James Dean, Elizabeth Taylor o algún otro personaje de la película "Gigante", cantando algo tan inadecuado como resultarían las alusiones a tronos, laureles, trompetas, etc. Fué una decepción su ausencia. Impagable por cualquier empresa fabricante de aparatos sanitarios, la gratuíta escena de Claudio en la espumosa bañera. A mí me sonaba algo lo del baño de Popea y hubiese sido más reconfortante a la vista, pero resulta que, el bañista en esta caso, me defraudó, pues aunque la cortesana ya habia enseñado bastante de su grácil anatomía, no sería molesto apreciar algún detalle mås. De todas formas difícil hubiese sido la colocación de las quinientas burras más el tropel de esclavas griegas y nubias que se necesitarían a no ser que fuesen todas transformadas en hormigas como las de la película "Cuando ruge la marabunta". Para una comedia de enredo, no hubiese estado mal la escena de los amantes saliendo y entrando en el armario, sin connotaciones de tipo sexual, pero parece claro que la obra no era bufa. La escena de cama con Ottone, realmente lamentable y no solo por el mal gusto exhibido sino por lo ridículo de la situación producida, un tanto divertida también, menos mal, a causa de la voz de falsete del contratenor que bien parecía, tomando por lo libre la opinión de Doña Cosima, una señora con barba cantando sus cuitas de amor y con un atuendo de película americana como la extraordinaria "Fat City", por ejemplo, de John Huston. No me gustan los comentarios extensos, ni mucho menos que este parezca una crónica paralela a la impecable, para mi, original. Mi pretensión es, aparte de agradecer sinceramente a la muy exigente autora, la claridad y autoridad exhibidas, expresar, basándome en la suya, la opinión de un muy modesto aficionado. Para final tendré que decir que precisamente el final de la obra fué "de cine" pero en el sentido real y no metafórico de la expresión. Huelgan explicaciones. Termino proclamando una vez más que a mí me hubiese gustado ver a Agrippina vestida de Agripinna, Poppea vestida de Poppea, Nerón vestido de Nerón" etc. etc. y, al día siguiente ir a ver al cine "Gigante", "Soplo salvaje", "La dinastía del petróleo", etc. etc. Para mi disgusto y la de algunos más, tachados de ignorantes, parece que la tendencia actual  es la traslación de los hechos en el tiempo y la distancia pero para eso también podemos leer a H. G. Wels o contemplar las varias interpretaciones cinematográficas de "La máquina del tiempo". Nuevas disculpas con todos mis respetos a la señora Wieck y a Dignidad Digital.


Por Salieri 2012-12-17 12:34:00

La valiente crítica de Cosima es ajustada tanto en el sentido cr´tico, como en el del humor. Hay que hacer caso, en la música como en todo, a lo que demanda el público aficionado, y/o a lo que indican los mejores conocedores. De lo contrario, nos encontramos con una antielite snob e intermedia que ni chicha ni limoná, como está pasando con la alta música en Asturias. Es algo así como, para entendernos, los consejos de dirección del fútbol determinasen que, ya que no siempre pueden pagar la retransmisión de un partido del Madrid y el Barcelona, es mejor poner uno del, con perdón, Alcoyano y Racing de Irún, pero con las camisetas de los anteriores, adornadas con añadidos de Ágata Ruiz de la Prada, y unas escenas más o menos íntimas de vestuario. Uds. preferirían a Messi, Di Stefano y Kubala, ¿no?. Y con sus colores y reglas, los de todo la vida. Pues lo mismo. Si no los hay, pues veremos hasta el Titánico de Laviana, pero que no nos den gato por liebre.


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