Jueves, 25 de abril de 2024

Se escogió quizá la obra más conocida

Una Traviata digna en el centenario de Verdi

La obra comenzó con el corto preludio en el que el maestro de Le Roncole anuncia en pequeñas gotas musicales los temas y motivos que darán desarrollo a la acción y emociones que nos quiere contar a través de su música. No lo escuchamos como es habitual a telón bajado sinó que una escena en penumbra presidida por una "chaise longue" en la que se "adivina" una mujer tendida, escoltada por otra en pie parece querer introducirnos en el drama que la protagonista sufre en silencio a causa de una enfermedad incurable.

El maestro Carlo Montanaro al frente de la orquesta "Oviedo Filarmonía", nos ofreció una versión convencional de la obra, quizá demasiado rápido el preludio inicial, el cual en parte por este motivo, estuvo carente de acentos, acentos fundamentales en la exposición de motivos verdiana. En el resto de la ópera estuvo más ajustado aunque en ocasiones, a pesar de la poca densidad orquestal, no tuvo en cuenta la capacidad sonora de los cantantes asfixiándolos en la zona intemedia de la escala y en los graves

La orquesta Oviedo Filarmonía cumplío con oficio su papel y, en momentos tan emotivos como el final, alcanzó una capacidad expresiva más que notable muy especialmente en los graves de la cuerda, en concreto en los "cellos".

Aylin Pérez fue una Violeta creible que fue de menos a más, simplemente correcta en el brindis, opaca, carente de acentos y matices en el aria " E strano!", sin la suficiente agilidad en su continuación "Follia"!, aria de enorme empeño en que la voz debe utilizar todos sus recursos: agilidad, matices, reguladores, vibrantes agudos, pianisimos, graves dramáticos, para conseguir mostrar los cambios de ánimo de la heroina, sus dudas, sus miedos, anhelos y añoranzas. Pero fue adquiriendo seguridad y soltura según avanzaba la representación y nos regaló un hermoso dúo con el baritono, estuvo segura en la fiesta de la afrenta aunque le faltaron en ocasiones los armónicos en los agudos. Para crecerse, como el resto del elenco en el final, su "Addio del passato" logró conmovernos. No abandonaría ya esta tónica hasta la conclusión de la obra, regalándonos unos dúos notables con el tenor en el último acto. En resumen fue una digna Violeta a la que le faltó algo de amplitud en las zonas intermedias de la escala, una mayor limpieza en los pianos y algunos armónicos en los agudos.

Aquiles Machado fue Alfredo, el tenor no está en su mejor momento, con eso y con todo pudimos escuchar su bello timbre y la "bravura" de su torrente de voz, estuvo en ocasiones rozando un listón muy alto como en el aria "Lunghe da lei..." que estropeó absurdamente al final, así como los claros desajustes en su primer dúo con la soprano tras el aria "E strano" brillo en la fiesta del desencuentro o de disfraces -que en esta ocasión no lo fue- ayudando a componer un concertante de lo mejor de la noche, junto con la escena final que también habría hecho las delicias sino la hubiera enturbiado con algún "gazapo" No obstante es raro oir por "estos lares" un tenor de su calidad y valentía, lo que antiguamente se llamaba un tenor de "bravura" y que a día de hoy es una especie en vias de extinción.

Gabriele Viviani fue un Giogio Germont-padre de alfredo- de muy alta calidad, su duo con Violeta fue de lo mejor de la noche junto con su interpretación del aria "Di Provenza, il mar, il suol". Látima que este cantante no tenga la voz homogenea, le falte redondez en el registro alto, y homogeneidad en el color a lo que tampoco acompaña el timbre.

Marta Ubieta fue una Anina más que digna en su pequeño papel

Carlos Daza, también merece una mención en su papel del barón

José Manuel Díaz, David Sanchez y María José Suárez cumplieron con profesionalidad sus papeles de marqués, médico y amiga de Violeta.

Gonzalo Quirós y Bruno Prieto fueron Giuseppe y el criado de Flora respectivamente

El Coro de la Opera de Oviedo fue de lo mejor de la velada, estuvo seguro, empastado, lleno, afinado y en ocasiones fue no sólo lo mejor de la representación sino lo que la hizo brillar a una altura que rozó el deleite.

La esena corrió una vez más a cargo-se está convirtiendo en una habitual de la temporada ovetense- de Susana Gómez. Dado a lo que nos tienen acostumbrados los directores de escena en general y ella en particular, sobre todo si tiene presupuesto, porque hay que señalar que esta regidora se crece cuando tiene poco de "lo que echar mano" de manera que me permito sugierir a la dirección de la ópera que le den el menor presupuesto posible ya que es una auténtica maestra  en llevar a la práctica la máxima minimalista de "menos es más", hay que agradecerle que no nos haya amargado la noche con detalles de mal gusto. No obstante no fue uno de sus montajes más afortunados, trasladar una época y una situación tan concreta como la de las cortesanas de entre revoluciones parisinas del XIX a los años cuarenta deja sin coherencia la historia que se nos está contando.

Además hubo momentos verdaderamente mediocres como el baile y brindis del primer acto, que no dudo estará cargado de significaciones que sólo la autora sabe y sus "incondicionales" dicen captar pero que nada tienen que ver ni con el espiritu de la Dama de las Camelias ni con el del libreto de Piave y "torcer" el espíritu que da vida a una obra es como "robarle el alma". Esta escena concreta derivó en una pantomima grotesca y poco estética, los sufrimientos, frustraciones y atenazamiento que oprimen a Violeta ya están magistralmente descritos en la partitura. Otro de esos momentos especialmente mediocres casi me atrevería a calificar de "cutres" fue la parte "española" donde habitualmente salen bailarines, no digo nada de que no hayamos contado con este aditamento por los tiempos de crisis que atravesamos pero de ahí a poner al coro a hacer una pantomima sin gracia e incluso grotesca sólo habla de la falta de recursos de la escenógrafa

En cambio tango que decir que me gustó el planteamiento del último acto, sencillo, sin alharacas innecesarias, dentro de un sobrio clasicismo y con un toque de originalidad al resolver la muerte de Violeta de una manera distinta, no cayendo muerta sobre la cama sino caminando hacia la luz como si quisiera evocar esos relatos sobre la visión del tunel y del propio cadaver a la vez. La innovación cuado aporta algo siempre es gratificante porque denota talento y es el reverso del cambio por el cambio realizado sin motivo y ni una sola idea detrás que lo dote de sentido y que por ello mismo sólo puede llevar al absurdo y al fracaso.

 


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