Sabado, 23 de noviembre de 2024
El regionalismo del Sr. Cascos
Ya somos españoles de primera, ya tenemos nuestro Lehendakari ¡Cómo íbamos a ser menos!
Ya tenemos presidente del Principado de Asturias (o de la Diputación Provincial de Oviedo que, para el caso, es lo mismo). Se ha hecho de rogar el muy regionalista, porque no me dirán ustedes que este arrebato provinciano no les ha sorprendido mucho. El Sr. Cascos ante la ausencia de espacio ideológico, se ha refugiado en la nada ideológica, que ahora dan en llamar transversalidad. Pero claro, eso de no ser de izquierdas ni de derechas, ni tan siquiera de centro, es un tanto vaporoso y despista a la parroquia, así que se ha sacado de la manga eso del regionalismo, que así dicho pues queda muy mono y aparentemente es inocuo. Y es que es cierto, ese gobierno de tecnócratas es imposible que ilusione a nadie, así que para poder movilizar a la gente, ha de apelar al sentimiento, a la pasión, a lo irracional y para ello no hay nada como decirle a la gente lo que quiere oír: que son especiales, únicos, distintos y que además viven en el paraíso terrenal.
De lo que no se da cuenta el Sr. Cascos –o lo mejor sí, pero le da igual- es del peligro de su original propuesta, pues hemos de recordarle que con la misma ingenuidad empezaron los juegos florales en Barcelona, con sus recitales de poesía y gorgoritos primaverales para acabar con la quema de fotos del Rey y la imposición de un régimen totalitario que pretende destruir España. Y qué me dicen de aquellas inocentes asociaciones de amigos del país que iniciaron su andadura con la encomiable tarea filológica de estudiar el vascuence y que continuaron con aquellas bucólicas excursiones campestres de jovencitos boys scouts por los montes vascos, jóvenes que acabaron por engrosar las filas del terrorismo nacionalista. Similares experiencias atravesaron los hoy ya inexistentes regionalismos gallego y canario, que acabaron por degenerar en partidos nacionalistas antiespañoles.
Lo curioso es que el regionalismo sólo ha sobrevivido en las regiones uniprovinciales: La Rioja, Santander, Navarra y Baleares (lo de Aragón está por ver), si bien en estas dos últimas han surgido -al margen del regionalismo con el que coexisten- movimientos satélites de los partidos separatistas catalán y vasco, de clara intencionalidad expansivo e imperialista.En vista de lo anterior, sería de esperar que, en Asturias (región uniprovincial), pudiera pervivir un regionalismo que no caiga en la tentación del nacionalismo. Y es que no es casualidad que el regionalismo sólo haya pervivido en las autonomías uniprovinciales, ya que para ser nacionalista, hay que estar en disposición de querer el todo, de asumir el reto del órdago separatista y estar dispuesto a coquetear con el independentismo. Pero para que el órdago nacionalista sea mínimamente creíble, el proyecto independentista ha de contar con cierta apariencia de viabilidad.
Y obviamente, sólo resultarían viables como Estado independiente aquellas regiones de cierto tamaño, tanto geográfica, como demográfica y económicamente. Por ello el regionalismo sólo ha derivado en separatismo nacionalista en las regiones multiprovinciales, que cuentan con unas dimensiones mínimas que las hacen creíbles y para las que el órdago no necesariamente tiene que ser un farol. Pese a ello, los nacionalistas de las regiones que juegan al separatismo, aun dudan de su viabilidad y luchan por crecer fagocitando a otras provincias próximas, como es el caso con el nacionalismo vasco y su deseo de engullir a Navarra y del pancatalanimo con respecto a las Baleares.
Por otro lado, también es cierto que el regionalismo sólo ha sobrevivido o no se ha visto inoculado del nacionalismo expansivo de autonomías limítrofes, en las regiones que no tienen una lengua o dialecto peculiar y privativo y, en nuestro caso, en Asturias existe el germen de la neolengua que puede dar mucho juego a los maximalistas, por más que resulte ridículo y totalitario “oficializar” un dialecto extraño a los asturianos. Algo intentó el señor de las anchoas en Santander, pero creo que desistió ante lo patético del experimento.
En fin, que me temo que al señor Cascos no le quedará más remedio que escoger entre el regionalismo chusco y de escasos vuelos del señor Revilla o el nacionalismo maximalista y totalitario del PNV e CiU. Ninguna de las dos opciones me gusta, ni son buenas para quienes tenemos el placer de vivir en Asturias, pero puesto a escoger, me quedo con el populismo folklórico pero inofensivo de Reviruca.
Columnistas
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