Sabado, 23 de noviembre de 2024

Prueba de resistencia

Yo si que estoy en estado de alarma

                        “Quien le echa un pulso al Estado, pierde” son palabras del Vicepresidente Primero del Gobierno. Y  -al venir desleídas por las circunstancias- nadie dice nada. Toda la ciudadanía se alegra de que hayan sometido a los controladores aéreos. Y nadie dice nada de cómo lo han hecho. Todos celebran la humillación de los que denominan (desconozco –en esta pertinaz desinformación o información intoxicada con la que nos bombardea el poder- si lo son) privilegiados. Y nadie dice nada de que el Estado, ante un problema laboral (de enormes consecuencias, sí) haya declarado –por primera vez en democracia- nada menos que el estado de alarma; estado que suspende los derechos constitucionales de los ciudadanos. (Hoy de los controladores ¿y mañana?). Se acaba de abrir una peligrosísima puerta.

          Filtraciones de wikileaks: parece ser –según las mismas- que el gobierno español garantizó a EE.UU. que no se perseguiría ni condenaría a los soldados norteamericanos que acabaron con la vida del periodista José Couso (ciudadano español, por si algunos no lo recuerdan). Osea, que parece ser que el Estado, cuyo primer deber es la defensa de los ciudadanos, da garantías de dejarlos totalmente desprotegidos ante los desmanes, negligencias o imprudencias de otro Estado. Y a quien se protege, en cambio, es a una superpotencia extrajera, para evitarle molestias. La vida de un ciudadano español parece ser que vale menos que las molestias que se puedan causar a USA.    

       El peligro mayor de un ser humano y, por ende, de una sociedad, es perder la perspectiva.     

      Simplificando al máximo: al principio de nuestro tiempo, los individuos se unieron para defenderse mejor frente al enemigo común. Para protegerse, para progresar, para construir juntos infraestructuras y sistemas que no podía construir un hombre solo. Y así fue como se creó es Estado, para canalizar esa vida en sociedad del hombre y gestionarla. El hombre firmó el contrato social -como lo denominaría Rousseau- para estar más seguro y vivir mejor.           No es que haya una casta superior de hombres, cuya inteligencia y clarividencia hayan hecho que –por designación divina- deban dirigir y encauzar a hordas borreguiles de inteligencia inferior o nula (lo que un concejal popular del Ayuntamiento de Oviedo denominó –en significativo lapsus- sus súbditos).   

        No. Fuimos los ciudadanos los que –con la inteligencia, libertad y poder de decisión de cada uno- decidimos (sigo simplificando) en la historia unirnos y construir el Estado. Depositar nuestra soberanía en una especie de gestores o administradores de nuestros intereses, a nuestro servicio.  Para estar más seguros y vivir mejor.  

         Y ahora, hoy, ya no vivimos mejor. Ni mucho menos estamos más seguros. Soplan peligrosos vientos y el Gobierno del Estado (que ha perdido hace muchos gobiernos la perspectiva) nos amenaza a nosotros a sus ciudadanos, sin pudor alguno. “Quien le echa un pulso al Estado pierde”.    

      ¿Quiere decirse, pues, que si un ciudadano tiene una reivindicación justa, da igual, porque –si no interesa- será apisonado por el Estado? (Que pregunta más retórica….). ¿Qué cualquier colectivo –en sus justas reivindicaciones, que las hay- podrá ser reconducido y sometido declarando una situación de alarma? ¿Qué el Estado podrá dictar así incluso la política económica? ¿Quizás enviarán a los militares para que los comerciantes vendan un producto determinado (el que más interese a los verdaderamente poderosos) o para que los médicos objetores de conciencia practiquen abortos? ¿Obligarán a los funcionarios a trabajar –en aras del interés público- sin cobrar salario alguno a punta de pistola?   

        ¿Quién pondrá límites a este arma ahora utilizada?  

        Voy más allá. Voy a algo evidente: la retorcida planificación del Gobierno para “ensayar” la nueva y flamante arma anti-derechos. ¿Objetivo-diana?: Un colectivo odiado, con fama de privilegiado y elitista. ¿Momento?: el puente vacacional más esperado. Justo en ese momento, el Gobierno dicta un Decreto, sin preaviso, sin negociación, recortando unos derechos hasta un punto inaceptable para el colectivo. Blanco y en botella. La conclusión es clara: los controladores han sido –y nunca mejor dicho- una experiencia piloto. A aplicar ante planeados nuevos recortes o medidas.

          ¿Qué otra razón pude haber para aprobar un Decreto agresivo justo el día antes del puente? Simplemente utilizar a la ciudadanía, utilizarnos, como masa justamente indignada frente a un caos, del que ellos –sin perjuicio de la culpa directa de los controladores- son los causantes últimos. Me espeluzna el uso que el Gobierno (éste y los que vengan, da igual) puede hacer de su nuevo “juguete”, su misil anti-derechos. Cuál será la próxima diana. Desde su irreal y encastillada perspectiva, nosotros somos simples números, simples votos, gente sin cara; y no importa si nos quitan la vida ciudadanos de otro país o nos amenazan o nos imperializan o formamos parte del porcentaje del paro  o nos tiramos 25 horas en Barajas.           Sólo importa si pagamos a Hacienda en plazo.  

         Para ellos somos una masa pueblerina sin cara. “El pueblo, los ciudadanos”, dicen. Pero ¿quién es ese pueblo? ¿Dónde está? Porque para el Gobierno ese pueblo no son, claro está, los controladores. Pero es que tampoco lo son, por ejemplo, los médicos (otros privilegiados ¿No?) cuando reivindican sus derechos. Y, evidentemente, tampoco son ciudadanos ni forman parte del pueblo los odiados funcionarios (de los que el Gobierno efectúa sutilmente una interesada desinformación dirigida “al pueblo”). Ni mucho menos lo son los militares, cuya función es defender “al pueblo” y que ahora son utilizados como arma. Pero es que tampoco lo son los estudiantes, ni ningún colectivo mientras reivindica algo o protesta por algo o alza la voz por algo. Esos son colectivos, individuos, amenazas de los que hay que defender “al ciudadano”. ¿A qué ciudadano? ¿Quién queda? ¿Quién es el pueblo? Un concepto vacío de individuos. Y muy inferior a los iluminados dirigentes. Conste que dicha perspectiva no es la de este Gobierno, sino que no me cabe esperanzada duda de que es la de todo posible Gobierno. Hoy por hoy va intrínseca al hecho de ser un político. Un político en el sentido actual –el peor de la historia- del término. Y eso en el teórico caso del político honrado. Qué decir en el caso de los que no lo son. Y esta clase política se somete y somete a la ciudadanía a intereses ajenos, o –en el mejor de los casos- lejanos, a los de los ciudadanos. Ciudadanos que –llegado el caso- nunca serán más que un pequeño estorbo para los intereses del político de turno. Ciudadanos a los que no se les informa ni se les respeta, ni se les da cuentas. Ciudadanos que son vistos como un conjunto de cuasi-analfabetos, claramente inferiores, la masa, el pueblo. Vendidos, traicionados, expoliados. Convertidos en eterno daño colateral.  

         Ni el Estado protege a sus ciudadanos (ni siquiera a los que se les quita vida), ni Europa protege a Europa (sino a Alemania) ni conozco a casi nadie que crea que los ayuntamientos persiguen el interés de sus administrados.  

         No. Ya no estamos seguros ni vivimos mejor. Ya el Estado no nos protege, ni nos une, ni está a nuestro servicio.  

         Yo, como la mayoría de ciudadanos, cumplo todas las normas de urbanidad que me imponen. Jamás cruzo un semáforo en rojo y camino por la aceras. Pago religiosamente, y en plazo, mis impuestos (estatales, locales y autonómicos. Y no se si soñé que también alguno europeo). No he utilizado al ejército, ni ninguna potencia ha venido a invadir mi jardín. Y cuando viajo a la Meseta pago el peaje por utilizar la autopista. Pago impuestos por fumar, por comprar, por comer, por ir al cine, por tener un techo donde dormir, por circular con mi coche, por aparcar…. Jamás he tenido un pleito con otro ciudadano pero llevo media vida defendiéndome de la Administración, esa que debe servirme y protegerme.    

       No, no vivimos mejor. Han incumplido su parte del contrato. Ni nos defienden, ni nos protegen, ni nos sirven.     

      Y ahora, sin pudor alguno, nos amenazan. Y nos atacan, borrando de un plumazo nuestros derechos.

          Y sabía yo de siempre que es peligrosísimos firmar un contrao de adhesión                                 SAMARKANDA    


Comentarios

Por Sara Villanueva 2011-01-01 18:01:00

Menos mal que alguien escribe imparcialmente sobre los controladores aéreos y nos previene que pueden ser un espejo donde mirarnos. Me parece que este gobierno ha dado un golpe de estado y se ha convertido en una dictadura donde se les incauta los bienes a los ciudadanos. ¿Por qué no se los incautan a Roldan, Vera Barrionuevo, o a los de caso Malaya?


Por Rafael del Pulgar 2011-01-01 17:24:00

donde escribí ilos quise decir hilos, fue una errata


Por Rafael del Pulgar 2011-01-01 17:10:00

Magnífico artículo, te felicito Samarkanda, espero que abra muchos ojos de esa inmensa masa de boprregos drogados por la propaganda en que se ha convertido nuestra sociedad. El espectáculo de la sectaría Mª Antonia Iglesias, acompañada de la independentista y ubicua Pilar Rahola (ella si que comete constantemente delito de alta traición contra la nación y no los controladores) insaultando y acosando a los representantes de los controladores, sin cortapisa alguna, al contrario jaleadas por un público convertido en especide de "tricoteuses", da la medida de lo bien organizada que está la propaganda alienante por los que manejan los ilos de nuestra nación


Por Español 2010-12-31 18:12:00

Ellos, la casta, está para humillarnos, oprimirnos y robarnos.


Por LBQ 2010-12-30 23:21:00

Muy bueno. Te felicito. Y si además añadimos lo que decía la filósofa Ayn Rand "Cuando vean que para producir necesitan obtener la aprobación de quienes no producen nada; cuando vean que el dinero fluye a quienes comercian no en bienes sino en favores; cuando vean que los hombres se hacen más ricos a través de la estafa que del trabajo, y sus leyes no lo protegen de ellos, pero los protegen a ellos de ustedes; cuando vean que la corrupción es recompensada y la honestidad se convierte en un sacrificio personal; sabrán que su sociedad está condenada" , tendremos el panorama completo.


Por María Alú 2010-12-30 20:14:00

Es la mejor descripción de la realidad que tenemos que soportar. Y una visíón imparcial de los conflictos que padecemos, pero que, cuando le pasan a otro, no los vemos porque, en realidad, no nos importan o, peor aún, nos alegramos porque le tenemos envidia por su posición sin pararnos a pensar que esfuerzo le costó conseguirla y el trabajo diario para mantenerla. Es una pena, pero es real, los políticos juegan con nuestras bajas pasiones, como la envidia, para enfrentarnos y así sacar ellos provecho


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