Miercoles, 24 de abril de 2024

“estos españoles están locos”

Don Carlo una función sin relieve

      

    Don Carlo es una opera de plena madurez, madurez avanzada de su compositor Giuseppe Verdi, cuando el autor de Pesaro ya había oído otras corrientes cuyos ecos dejaron huella tanto en la urdimbre de la partitura como en algunos temas melódicos, así es evidente la evocación wagneriana del Holandés Errante en el área que canta la reina Isabel de Valois al comienzo del acto V “Tu che la vanita conoscesti del mondo”.    

      Verdi musica un libreto de François Joseph Méry y Caille Du Locle que dramatiza un poema dramático del poeta y dramaturgo romántico alemán Friedrich Shiller, en el que la cara más tétrica de la leyenda negra no sólo es recogida sino se que pasa a través de un megáfono hasta adquirir timbres histriónicos, sin importar que la coincidencia entre lo narrado –estamos ante una obra de tema histórica- sea algo más que mera coincidencia. Verdi dudó mucho en cuanto a la estructura de la obra de la que se conservan varias versiones.     

     Este último título ha estado en la línea, plana que en general ha sido la tónica de esta temporada, con la excepción de Turandot. Es verdad que la exigencia vocal de la obra es máxima, para afrontarla con posibilidades de conseguir algo notable son necesarios seis solistas del máximo nivel, algo muy difícil de conseguir a día de hoy, aunque los organizadores pongan todo su empeño en ello, por el aumento del número de programaciones operísticas en todo el mundo y así como por la manera en que en la actualidad se diseñan las carreras de los cantantes, no digamos si la prioridad del programador no es la voz.     

     Con estos antecedentes sólo un iluso podía esperar una función memorable, y no fue el caso, más bien se podría calificar de discreta y correcta.    

      Corrado Rovaris al frente de la OSPA nos ofreció una versión con fuerza, dramatismo, momentos de lirismo pero sin remarcar los tintes tenebristas, lo que es de agradecer. Dio agilidad al discurso melódico, acentuando con acierto aquellos momentos que configuran el cambio de alma que experimentó su autor a la hora de concebir el concepto armónico.    

      El reparto encabezado por Stefano Secco en el papel del principe Don Carlos, Don Carlo en italiano, estuvo correcto pero sin momentos estelares. Este tenor tiene un timbre agradable pero no bello, la voz bien colocada pero carece del volumen suficiente especialmente en la zona central de la escala y en las notas graves e incluso algunos agudos resultan algo estrechos. Fue de lo mejor del repertorio, con un comienzo inseguro pero ganando confianza a medida que avanzaba la representación, alcanzando sus momentos más notables en el trío con el barítono, Don Rodrigo y la mezzo, la Princesa de Éboli y sobre todo en el dúo con D. Rodrigo en prisión. Además hay que decir en su favor que el papel de D. Carlo es muy difícil vocalmente y poco lucido, es decir, lo que llamaríamos un papel poco agradecido, a pesar de ello salió airoso del envite.      

    Ainhoa Arteta encarnó a la reina Elisabetta de Valois, papel exigente pero de gran lucimiento, sus dos áreas fundamentales: cuando es acusada por el rey de adulterio, en la que estuvo menos acertada, apuntó un filado que no llegó a conseguir plenamente, y sobre todo la ya citada más arriba, situada al comienzo del quinto acto es uno de esos temas míticos en la historia de la ópera, Ainhoa estuvo correcta, bien, con acentuaciones acertadas y arrojo dramático pero sin alcanzar lo excelso, su voz ha envejecido algo, ya no es la misma que fue Julietta de Gounod en este mismo teatro. Merece mención especial su dúo con la mezzo en la escena de la confesión.     

     Felipe Bou no es un bajo con la voz adecuada para asumir el papel de Felipe II, le falta volumen, profundidad y anchura en los graves y poderío en los agudos, no consigue ese estremecimiento de temor que Verdi quiso trasmitirnos con el sólo recurso de su voz.     

     Luiz-Ottavio Faria como gran inquisidor estuvo aceptable, es un papel corto pero extremadamente exigente y especialmente en el dúo con el rey la obra alcanza un climax, remarcado por el timbal, que simboliza todo lo tétrico y negativo que la obra, a través de la música, intenta transmitirnos. Fue una escena correcta pero que no consiguió arrancarnos es estremecimiento que está en la intención del autor.     

     Juan Jesús Rodríguez como D. Rodrigo, amigo y confidente del príncipe Carlos, resulto irregular, con un comienzo poco brillante en el dúo del II acto en el que hubo desajustes sobre todo al comienzo. Juan Jesús tiene una voz bien timbrada, con agudos de calidad, menos en los graves pero con el problema de la falta de volumen en la emisión, con todo nos regaló uno de los momentos, sino el más, notables de la velada en su área “O Carlo ascolta la madre”. También es de remarcar su participación en el dúo de la prisión con D. Carlo y en el trío de ambos con la princesa de Eboli.   

       Alex Penda fue una princesa de Eboli muy discreta, es un papel temido incluso por la más grandes, tiene que abordar agilidades y trinos de una soprano spinto en el área del velo, en la que estuvo bastante bien, para asumir el dramatismo, la fuerza y notas muy graves para su tesitura en “Ah! piú non vedró”. Alex Penda no tiene un timbre bello, la parte central de la tesitura carece de volumen y homogeneidad y los graves son deficientes, con todo como ya dijimos tanto en el aria del velo como en el trío con el príncipe y D. Rodrigo alcanzó un tono estimable.       

   El resto del reparto. Ivan García como monje, Itziar de Unda como Teobaldo, Jorge Rodríguez- Norton como conde de Lerma, Alberto Nuñez como heraldo y Eliana Bayón como una voz del cielo cumplieron con sus respectivos papeles.      

    El coro, que en esta obra tiene un papel importante y en el que resuena toda la inspiración y el buen hacer de Verdi en este tipo de composición estuvo acertado, afinado y empastado, en suma dio el empaque que en ocasiones no hizo acto de presencia en la representación.  

        En cuanto a la escena, dirigida por Giancarlo de Monaco fue una sorpresa, que no sea trasladad de época ahora lo es. El comienzo incluso fue solemne con el telón empapelado con escenas de los tercios españoles y el escenario totalmente recubierto por una especie de mapas que parecían aludir a la inmensidad del imperio español, un acierto al que se añade la inclusión de una reproducción de la estatua del emperador Carlos V realizada por Pompeio Leoni que constituía la mejor manera de explicar mediante una simple imagen todo el esplendor épico de la época. Si añadimos el acierto en el vestuario de Jesús Ruiz y en la escenografía de Carlo Centolavigna, tengo que reconocer que no daba crédito a lo que veía acostumbrados como estamos a tanto mal gusto, pero la felicidad ya sabemos que es efímera porque según avanzaba la representación el énfasis en subrayar lo negativo y lúgubre que caracteriza la obra fue aumentando hasta alcanzar el momento culminante en la escena en que los representantes flamencos llegan ante el rey justo después de pasar unos reos de la inquisición. Fue una escena abigarrada y confusa, hasta el punto de que cuando apareció el gigantesco cristo, supongo que trasunto del de Cellini conservado en la iglesia del Escorial-pero sin paño de pureza lo que le confería aire de estatua pagana más que cristiana-, tuve la impresión de estar asistiendo a la procesión del cristo de los legionarios en Málaga, era transportado de la misma manera incluso el paso de los “costaleros” parecía procesional, en suma me llenó de confusión, además dejó en segundo plano la presencia de los flamencos, vital para entender el desarrollo de la acción, confusión y más confusión.     

     Cuando la reina baja a rezar al panteón donde reposa su suegro el emperador, volvemos a ver la misma imagen del primer acto, otra fuente de confusión pero lo que llegó a sumirme en el estupor es sustituir la escena final cuando se abre la tumba de Carlos V para rescatar a su nieto del rey por el apuñalamiento de éste último a su hijo. La obra pierde toda su grandeza transcendente para abajarse a una pelea dentro de una familia mafiosa.          Como alemana tengo que confesar que me sume en el estupor el grado de masoquismo de los españoles, reconozco que mi compatriota compuso un poema muy rimbombante pero al uso de la época en cuanto a lo literario pero lleno de mala fe y difamación hacia España, quizá porque los alemanes soñamos, generación tras generación con edificar nuestro propio imperio con el romano como referencia, intentos que suelen acabar “como el rosario de la aurora”, y Schiller sentía algo de “envidia” porque España si fue capaz de lograrlo. Es natural que se represente esta obra por la belleza de la música pero que en una producción española se permitan cargar más las tintas pintando al rey como parricida me causa tal asombro que no puedo evitar parafrasear a Obelix “estos españoles están locos”  

 Cosima Wieck


Comentarios

Por Cosima Wieck 2013-01-29 01:45:00

Tienen toda la razón he cometido un error imperdonable por el que humildemente les pido disculpas, Verdi nació en Le Roncole (Busseto) cuando éste pertenecía al ducado de Parma. Aprovecho para pedir disculpas también a mis compatriotas porque quizá me pasé en la autocrítica nacional, llevo muchos años en España y todo se pega, sobre todo en lo referente a Schiller es posible que tuviera alguna razón a la vista de las críticas, no en el fondo que les asiste toda la razón, pero si en la forma en la que resuena un "tonillo" inquisitorial, ¿será verdad que algunos españoles llevan la inquisición insertada en el ADN?


Por Un aficionado 2013-01-26 09:38:00

Algunos estamos esperando que el autor corrija su error que, con toda razón, le señala Dardo..


Por Sochantre 2013-01-26 01:40:00

Crítica, quizá en exceso exigente para un aficionado de modestos conocimientos como yo pero de una innegable erudución y calidad magistral. Acertadisimo apunte del masoquismo español en los últimos párrafos. No estoy seguro, pues la obra sufrió cambios, pero creo que el final que nunca fué el sorprendente apuñalamiento del desgraciado infante a manos de D. Felipe, de que fuimos testigos ayer; a mí me dejó tan confuso que tuve que preguntar a mi vecino más próximo si el "apuñalante" era, en realidad, el papá del protagonista pues la escena me cogió un poco distraído. Desde luego que fué echar leña a un absurdo fuego antiespañol.


Por Dardo 2013-01-25 12:50:00

Error garrafal en el primer párrafo porque el de Pesaro era Rossini, mientras que Verdi era de Busseto.


Por De la Peña 2013-01-25 10:52:00

Gran crítica de Cosima. Aunque yo disentiría al valorar más a Ainoa Arteta, pero desde un conocimiento mucho menor del bel canto.


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