Lunes, 06 de mayo de 2024
O el bombero-pirómano
Incendio financiero en Europa
Normalmente el BCE fija un tipo oficial de interés del dinero, que se alcanza comprando y vendiendo deuda a corto plazo de los Estados a la banca privada (operaciones de mercado abierto). Así, dinero creado de la nada por el BCE puede inyectarse en los balances de los bancos para que éstos lo dediquen a préstamos a la economía privada o a los propios Estados.
La banca española es totalmente insolvente; se halla en quiebra (pasivo exigible superior al activo) a causa de la cantidad de “ladrillo” en sus balances y los créditos fallidos a particulares y empresas. Evidentemente a un quebrado no se le debe prestar nada, ya que podría no devolverlo... y menos si es un quebrado mentiroso (la banca privada española) cuyos supervisores son tan mentirosos como él (los gobiernos españoles).
Por ello la banca europea no entrega créditos a la española y ésta debe recurrir a las emisiones de dinero del BCE para captar liquidez. A su vez, la banca española trata de recapitalizarse invirtiendo en deuda a largo plazo que el BCE le recompra a tipos de interés superiores a los del mercado; por ejemplo, si “Banca Quebrada” paga un 1% al BCE para obtener 10 millones de euros, puede invertirlos en comprar deuda a largo plazo (pública o privada) que será recomprada por el BCE a un 1,25%. Este mecanismo se llama flexibilización cuantitativa (quantitative easing) y supuestamente permite sanear poco a poco la banca privada, a la vez que facilitar el flujo del crédito a la economía “real” de un país en apuros.
Ahora bien, los “quantitative easing” tienen muy poca influencia sobre la marcha de una economía, pues mayormente sólo se destinan a recapitalizar la banca. De hecho se llevan practicando en Japón (con idéntico problema que España) desde hace 20 años sin ningún éxito palpable.
El fracaso de esta política es tan evidente en España, que el 19 de mayo el nuevo primer ministro de Francia afirmó que sería deseable recapitalizar los bancos españoles echando mano de los “mecanismos de solidaridad europeos”. Y es que, sin crédito al sector privado, España no puede crecer para pagar su deuda de 3 billones y pico (y subiendo tras las mentiras de las administraciones públicas españolas) y si no paga, la banca francesa y alemana (con enormes préstamos a la banca española) quebrarían, con lo que el incendio español prendería toda la Unión Monetaria.
En tal caso, la contracción del crédito (credit cruch) en Europa sería tan fuerte que se llevaría por delante las economías de la zona euro, desatando una ola de nacionalismo económico que probablemente haría saltar por los aires la Unión Europea: cada país querría repudiar sus deudas en euros con el exterior y/o renominarlas en pesetas, francos y marcos, convenientemente devaluados. Así, lo que hoy se plantea como una medida desesperada para un país desesperado como Grecia, podría convertirse en una devastadora estrategia nacional que nos devolviera a la autarquía y el militarismo.
Demos gracias a la élite política europea, obsesionada con poner el poder político al servicio de los máximos beneficios económicos para unos pocos oligarcas. No es lo propio de los Estados, sino de las bandas de ladrones.
Columnistas
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Cabe resaltar aquí lo afirmado por el fiscal jefe de la Audiencia Nacional: "En definitiva, da igual el explosivo que se utilizara, lo cierto es que todas las pruebas apuntan a que estos personajes fueron los que cometieron ese atentado y la trama asturiana proporcionó los explosivos" (sic).
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No sé si las palabras del juez ponente del proceso del 11M -"hay cosas tan graves en el 11-M que por ahora es mejor que no se sepan"- están ahora más en vigor que nunca antes.
Por Ana María Velasco Plaza Leer columna
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