Sabado, 23 de noviembre de 2024

¿Un orden mundial trumpiano?

El concepto popular de EE.UU. como una potencia imperial sólo preocupada por su propio interés está en las antípodas de la autoimagen norteamericana. Estados Unidos se entendió a sí mismo, ya antes de su independencia (por ejemplo, en el célebre discurso de John Winthrop en 1630) como la "ciudad sobre la colina", la nueva sociedad basada en principios de libertad, igualdad y democracia desconocidos en la vieja Europa. EE.UU. sería la vanguardia histórica de la humanidad, el laboratorio en el que se ensayaban nuevas reglas sociales que, de tener éxito, servirían después de inspiración a los demás pueblos, en los que el norteamericano presupone una aspiración a los mismos valores. En su obra "El sentido común" "que tanto contribuyó a la extensión del independentismo en 1776- Thomas Paine asociaba el militarismo y la rapacidad imperial con las corruptas monarquías europeas; la nueva república norteamericana, en cambio, sería pacífica y comercial, rechazando por principio todo colonialismo. Incluso cuando se atribuyó a sí mismo un "destino manifiesto" de expansión hasta el Pacífico (comprando Luisiana en 1803, arrebatando a México un tercio de su territorio en 1848, etc.), EE.UU. no consideraba estar forjando un imperio, sino simplemente adquiriendo el espacio necesario para el correcto desarrollo de su experimento de libertad ordenada.

La política exterior de EE.UU. siempre ha incluido esa creencia en una misión histórico-universal más grande que el mero interés nacional. Un idealismo que alcanzó su máxima expresión bajo el presidente Woodrow Wilson, que entendió la Primera Guerra Mundial como la batalla final por la democracia y los derechos de los pueblos, contribuyendo decisivamente a la inclusión en el Tratado de Versalles de un principio de autodeterminación nacional que dio al traste con el imperio danubiano de los Habsburgo. No contento con eso, Wilson intentó llevar a la práctica la idea kantiana de una Sociedad de Naciones y de la conjuración definitiva del flagelo de la guerra mediante un sistema de seguridad internacional colectiva. También la participación norteamericana en la Segunda Guerra Mundial -así como la convicción rooseveltiana de que, al ganarla, ingleses y norteamericanos iban a poner las bases de un mundo en el que las "cuatro libertades" (de religión, de expresión, "de la necesidad" y "del miedo" [freedom from fear]) serían garantizadas a toda la humanidad- respondió a ese espíritu de optimismo histórico y liderazgo moral mundial de EE.UU. Y la decisión de Truman de plantar cara al expansionismo soviético, cuando se hizo patente que Stalin no iba a respetar el compromiso de celebrar elecciones libres en Europa oriental. Y el relanzamiento de la Guerra Fría por un Reagan que rehúsa aceptar la eternidad del bloque soviético, reniega del appeasement y la distensión e insiste en la obligación de derrotar al "imperio del mal". Y la arriesgada apuesta de los neocons de la administración Bush por el nation-building y la implantación manu militari de la democracia en el mundo islámico, comenzando por Irak.

Quizás sea el derrape de esta última ambiciosa empresa histórico-moral "el "gran Oriente Medio" de democracias liberales con el que soñaron los Kristol, Kagan, etc., obnubilados por la victoria en la Guerra Fría y la rápida democratización de Europa oriental en 1989- lo que explica el retorno actual de un pensamiento internacionalista más sobrio y realista. Ya Fukuyama levantó acta del fracaso del idealismo neocon en "After the Neocons" (2006). Y Henry Kissinger "el secretario de Estado que pilotó la salida de EE.UU. del lodazal vietnamita en 1971-73- publicó en 2014 "World Order", una obra que se dice podría estar influyendo en el diseño de política exterior de Donald Trump.

Aunque imposte cierto eclecticismo y no ahorre los homenajes de rigor al idealismo norteamericano, a Kissinger se le nota mucho la simpatía por el orden westfaliano. En la Paz de Westfalia (1648), los países europeos consiguieron enterrar definitivamente las guerras de religión, que habían ensangrentado el continente durante más de un siglo, culminando en la terrible Guerra de los Treinta Años. Los países católicos y protestantes se reconocían recíprocamente su derecho a la existencia, renunciando a la exportación político-militar de sus respectivas doctrinas. Se abandonaba el sueño (que todavía planeó, por ejemplo, sobre la política de Carlos V) de una respublica christiana pan-europea: el universalismo ideológico cedió paso a un nacionalismo pragmático a lo Richelieu: "El Estado "y no el imperio, la dinastía o la confesión religiosa- fue afirmado como el sillar del orden europeo". El sistema westfaliano era "agnóstico" en el sentido de que se desentendía de la ideología "católica o protestante, absolutista o republicana, etc.- imperante en cada Estado, y atendía sólo a sus relaciones recíprocas y al mantenimiento de un adecuado equilibrio entre ellos. Inglaterra vigilaría el concierto europeo desde su ambigua posición mediopensionista, procurando que ninguna potencia continental alcanzase magnitud suficiente para sojuzgar a todas las demás. El sistema, de hecho, garantizó una relativa paz durante casi tres siglos: no volvería a haber en Europa hasta 1914 guerras tan aniquiladoras como la de los Treinta Años, si exceptuamos las napoleónicas entre 1792 y 1815, motivadas por la eclosión de una Francia ideológico-universalista (y, por tanto, anti-westfaliana), decidida a exportar la buena nueva revolucionaria, en lugar de simplemente tutelar el interés del Estado-nación.

Los atisbos de política exterior de Donald Trump parecen coherentes con este pragmatismo a lo Kissinger: menos idealismo histórico-universal (wilsonianismo), más Realpolitik westfaliana. Un EE.UU. cansado del rol de gendarme democrático mundial se replegaría sobre sus propios intereses, abandonando todo apostolado ideológico. El historiador Niall Ferguson conjeturaba hace semanas "en un extenso artículo en The American Interest" las líneas de un posible nuevo orden mundial trumpista. Trump no reconocerá otro "imperio del mal" que el yihadismo, contra el que no se ahorrarán intervenciones militares, al tiempo que se respalda sin ambages a dictadores laicos que lo contengan en los países árabes. Pero Rusia puede ser un aliado en ese combate: el craso autoritarismo del régimen de Putin no debería "en buena lógica realpolitisch-westfaliana- ser un obstáculo para un entendimiento posible en el que ambas potencias tienen mucho que ganar. EE.UU. no haría ascos a la anexión de Crimea y a la finlandización y cantonalización de Ucrania, permitiendo una cuasi-independencia de Donetsk y Lugansk. Pero tampoco con China debería haber contenciosos insalvables, pese a la retórica de guerra comercial; Kissinger habla desde hace tiempo de una posible "co-evolución" y co-prosperidad de las dos mayores economías del planeta. Tendríamos al final un orden multipolar en el que las tres superpotencias respetarían sus respectivas zonas de influencia. Ferguson especula incluso con la incorporación de la Gran Bretaña post-Brexit a un cuadrunvirato que resultaría entonces coincidir con el de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. La UE no entra en los planes: Europa, como dijo Raymond Aron, "se ha retirado de la gran Historia" y carece de músculo militar y de una política exterior coherente.

Por supuesto, este dibujo tiene muchas zonas borrosas (¿qué sería de los países bálticos y otros exsatélites soviéticos?; ¿qué hacer con Irán y con el eje ruso-sirio?), y es pronto para saber si llegaremos a ver un mundo así. Pero algo es seguro: si se materializa, los mismos que han clamado desde 1945 contra el sheriff norteamericano se indignarán ahora por su jubilación.


Comentarios

No hay comentarios sobre esta noticia.

Comentar

Columnistas

Algunos problemas en el horizonte de la política verde actual

La subida global de temperaturas y la conveniencia de ir sustituyendo las fuentes de energía tradicionales (gas, petróleo y carbón) por otras más sostenibles es un tema de permanente actualidad tanto en los medios de comunicación como en la política. Frente a la versión aplastantemente mayoritaria del problema y sus soluciones, el ciudadano atento y bien informando acaba descubriendo algunos problemas a los que no se les presta demasiada atención. En este artículo se presentarán algunos de ellos

Por Francisco Javier Garcia AlonsoLeer columna

El tráfico con inmigrantes y el avance de las nuevas derechas europeas

La propuesta que más influyó para atraer el voto de muchos europeos hacia las nuevas derechas es el rechazo a las políticas que facilitan la inmigración incontrolada, pues están convencidos de que aumenta la delincuencia y favorece la islamización de Europa

Por Angel Jiménez LacaveLeer columna

La trampa de la Justicia social

La alternativa a la "justicia social" no es un escenario de pobres muriéndose en las aceras por falta de recursos para pagarse un hospital. La alternativa sería una sociedad en la que, con una presión fiscal que fuese muy inferior a la actual, la gran mayoría de la gente se las arreglase muy bien por sí misma, sin depender de papá Estado. Publicado en el centro Covarrubias

Por Francisco J Contreras Leer columna

Miguel Bernad en la revuelta

Este hombre de 82 años ha hecho más daño al sanchismo en dos meses que Feijóo y sus diputados en esta legislatura

Por Rafael Sánchez SausLeer columna

"Agenda 2033, nueva y eterna"

  En su libro “Agenda 2033, nueva y eterna”, Eduardo Granados presenta una propuesta para que pongamos nuestra mirada en 2033, fecha en la que se cumplen dos mil años de la Redención. En 2033 confluyen las celebraciones del bimilenario de la institución de la Eucaristía, de la muerte y resurrección de Cristo y del nacimiento de la Iglesia. En esta entrevista el autor nos da las claves de esta original propuesta.  

Por Teodoreto de Samos Leer columna

Ningun margen

Detrás de tanta normativa milimétrica se agazapa una desconfianza descomunal en la gestión privada, que actúa como un implícito reproche moral. Publicado en El Debate

Por Enrique García MáiquezLeer columna

¿Son los derechos humanos una idea tóxica?

Occidente no perdió el rumbo en 1776, sino en 1917 y 1968.

Por Francisco J Contreras Leer columna

San Fernando: el rey y el gobernante

Sólo el advenimiento de los Reyes Católicos, y el resultado de su prodigiosa obra, pudo superar, andando el tiempo, esa primacía en la memoria de los castellanos. Pero para ello hubieron de pasar casi doscientos cincuenta años Publicado en El Debate

Por Rafael Sánchez SausLeer columna

Goma 2 Eco asturiana ¡y ya vale!

Cabe resaltar aquí lo afirmado por el fiscal jefe de la Audiencia Nacional: "En definitiva, da igual el explosivo que se utilizara, lo cierto es que todas las pruebas apuntan a que estos personajes fueron los que cometieron ese atentado y la trama asturiana proporcionó los explosivos" (sic).

Por Ana María Velasco Plaza Leer columna

¿Por qué no una Europa gaullista?

El papel rector de la Comisión Europea —que concentra todo el poder ejecutivo y gran parte del legislativo de la UE, pero no responde ni ante los Gobiernos nacionales, ni ante los ciudadanos europeos ni ante el Parlamento Europeo— es el principal instrumento de ese proceso de supranacionalización   Publicado previamente en LA GACETA

Por Francisco J Contreras Leer columna

Encuesta
¿Logrará la ciudadanía frenar la ley de amnistía?

a) no, el gobierno lo tiene todo "bien atado"
b) sí, la fuerza del pueblo es imparable

Dignidad Digital, S.L. E-mail: redaccion@dignidaddigital.com
logo