Sabado, 23 de noviembre de 2024

rozando lo pésimo

Un otelo aburrido

Otelo es una de las tres óperas postreras de Verdi, escrita cuando su autor ya había entrado en la ancianidad pero no por ello había perdido su talento creativo sino que fue capaz de evolucionar, en una etapa de la vida que sólo los verdaderamente grandes lo consiguen. Y esa evolución  emergió desde dos campos opuestos  que su genio fue capaz de fundir en una nueva manera de hacer. Esos campos fueron por un lado, el interior, es decir, el cuestionamiento de su propia concepción de la ópera italiana, de la que había sido señor absoluto durante los cuatenta años anteriores, y por otro ser capaz  de estar totalmente al tanto de lo que sucedía a su alrededor y en otros lugares; conocía a Wargner y su nueva forma de hacer ópera y esta otra visión contribuyó decisivamente a la catársis que se estaba fraguando durante el largo silencio compositivo que separa a Otelo, que tardó nueve años en componer y su antecesora Aída.

Es de justicia citar que el libretista de esta ópera fue el tambien compositor y dramaturgo, Arrigo Boito que hizo una eficaz adaptación del texto shakaspeariano, algunos lo consideran el mejor libreto jamás escrito, este extemo a mi me parece excesivo. Boito y Verdi no eran precisamente amigos, Verdi no tenía "buena opinión" de su Mefistofeles y Boito era un entusiasta wagneriano y por tanto consideraba la obra verdiana, en términos actuales, comercial pero el ingenio del editor Ricordi logró lo imposible, siendo por tanto mérito suyo  el maridaje en esta obra entre un gran texto y una partitura excepcional

Por tanto Otelo no es una ópera fácil de representar, exige un tenor protagonista de altísimo nivel, ya no se trata de entonar una bella melodia en un area de "bravura" o melódica que en ocasiones se salva si se "alcanzan" las notas más agudas con facilidad. Su intérprete debe estar dotado de un instrumento muy poderoso y flexible porque aunque las áreas no han sido eliminadas sí que el constante fraseo requiere una expresividad muy intensa y definida ya que en ella se encierra toda la complejidad psicológica del personaje.

Robert Dean Smith fue un Otelo para olvidar, no tiene ni una sola de las cualidades para desempeñar este papel, tiene un instrumento de escaso volumen, prácticamente sin graves, agudos oscuros y estrechos, una zona intermedia de la escalada descolorida por lo que la orquesta lo ocultó permanentemente. Si a esto añadimos que la entonación dejó mucho que desear, que los armónicos brillaron por su ausencia, que el tiembre sonaba velado y que fue incapaz de dotar a las frases el acento que en cada momento requerían para ajustarse a lo escrito por Verdi para dibujar los estados de ánimo que va desplegando el personaje durante toda la representación. La pregunta es ¿Si los organizadores de la ópera no fueron capaces de encontrar a otro interprete para qué programaron este título?

Juan Jesús Rodriguez fue un Jago discreto, su papel es más recitativo, pero es un papel fundamental en la construcción dramática de la obra, le fallaron los graves y una vez más fue incapaz de enfrentarse a la orquesta en ese dialogo en pie de igualdad que Verdi exige a sus cantantes en sus obras postreras.

Maria Luigia Borsi fue una Desdemona aceptable, comenzó insegura, sin armónicos en los agudos y con una línea melódica inestable pero fue de menos a más y su canción fúnebre del Salce fue lo mejor de la noche desde el punto de vista vocal, sobre todo si tenemos en cuenta que este area es endiablada por su dificultad y poco lucimiento, dominan los pianisimos, pero lograr un pianisimo que resuene en todo el teatro, es decir dominar una técnica que convierta toda la anatomía del cantante en una caja de resonancia y esto está al alcance de muy pocas intérpretes, este arte lo dominó como nadie la gran Monserrat Caballé, esta noche no oimos nada parecido, pero aún así, fue de lo poco que puede darse por aceptable. Cosechó la única ovación expontánea de toda la noche.

Vicentç Esteve como Cassio no pasó de discreto. Tiene un tiembre de cierta belleza y limpio que si trabaja la técnica quizá pueda logra ampliar el volumen vocal que tanto necesita

Manuel de Diego como Roderigo, Stefano Patalatchi en el papel de Lodovico y Damian del Castillo en el doble papel de Montano y un Heraldo se vieron arrastrados en sus pequeñas aportaciones por la atonía que dominó toda la representación.

Mireia Pintó como Emilia no pasó de la corrección.

Hasta el coro, en otras ocasiones tan brillante, pareció desempastado, como perdido en una partitura compleja y en una representación que hacía agua.

Yves Abel al frente de la Oviedo Filarmonía fue incapaz de superar la mediocridad de medios vocales a los que se enfrentaba y en ningún momento intentó suavizar la situación, apostó por la orquesta pero no le salió bien porque su lectura fue inerte, monótona,  sin emoción, sin la "passione disperata" que alienta todo el Otelo verdi-shakapeariano.

Bruno Berger-Broski fue el director de escena, reconozco que me produce un aburrimiento casi insuperable relatar la labor de los directores de escena, la reiteración de los mismos tópicos, el obligado cambio de época, la eliminación de elementos simbólicos imprescindibles, como el dormitorio de Desdemona, el añadido de otros que confunden el entendimiento del argumento por su falta de sentido, su "cutrez" y su prescindibilidad, los toques esperpénticos como un Otelo blanco, tiznado de indio Cherokee, vestido de militar musoliniano -que manía con la dictadura de Mussolini- y rastafari, ya no sorprenden, ni mucho menos escandalizan a nadie, eso sí aburren soberanamente por lo repetitivo y previsible. ¡Dios mio cuanta falta de talento encubierta en novedades rancias!

Ayer fue una noche triste, asistir a la inauguración de una nueva temporada de ópera en Oviedo, que no solo cuenta con una venerable historia sino que ha tenido el privilegio de ser reflejada en la mejor literarura, para la que se ha elegido un título esencial en la historia de la ópera universal y tener el "desparpajo" de atreverse a representarlo sin llegar ni al mínimo de lo aceptable sólo puede movernos a la melancolía a todos los que amamos a la ópera y a esta ciudad


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