Jueves, 02 de mayo de 2024

Carta semanal del Arzobispo de Oviedo

A vueltas con la paz y la justicia: educar

A vueltas con la paz, con esas estamos en la cita que el Papa nos hace cada uno de enero. La paz como jornada mundial no cabe en las veinticuatro horas de un día tan especial con el que comenzamos un año civil. Pero sí supone un recordatorio que entronca con el corazón de todos los hombres de buena voluntad, y en ese corazón palpita este deseo también el día dos de enero, y el tres, y el cuatro, y así los doce meses del año. Luego está el desmentido como macabro mentís: por más que se desee la paz, ¡cuántos modos de mancharla de sangre! Desde las guerras y acciones terroristas, hasta las violencias domésticas contra la mujer, y entre las que cabe incluir los abortos y las eutanasias aunque se disfracen de legalidad.        

En estos días, Benedicto XVI ha recordado cómo Dios se hace niño y se nos allega como Príncipe de la Paz. Resulta paradójico, casi una provocación de insoportable ingenuidad, pensar que un bebé por más que fuera un bebé divino cuando Dios se hace hombre, pudiera darnos y decirnos algo sobre la paz que tanto necesitamos. Decía el Santo Padre que “un niño, en toda su debilidad, es Dios poderoso. Un niño, en toda su indigencia y dependencia… Dios se ha manifestado. Lo ha hecho como niño. Precisamente así se contrapone a toda violencia y lleva un mensaje que es paz. En este momento en que el mundo está constantemente amenazado por la violencia en muchos lugares y de diversas maneras; en el que siempre hay de nuevo varas del opresor y túnicas ensangrentadas, clamemos al Señor: Tú, el Dios poderoso, has venido como niño y te has mostrado a nosotros como el que nos ama y mediante el cual el amor vencerá. Y nos has hecho comprender que, junto a ti, debemos ser constructores de paz. Amamos tu ser niño, tu no-violencia, pero sufrimos porque la violencia continúa en el mundo… En este nuestro tiempo, en este mundo nuestro, haz que las varas del opresor, las túnicas llenas de sangre y las botas estrepitosas de los soldados sean arrojadas al fuego, de manera que tu paz venza en este mundo nuestro”.        

Pero esta hermosa e insólita buena noticia que se hace al tiempo una plegaria al buen Dios, supone también un compromiso que pasa por algo tan concreto como es la educación. Y este es el mensaje que se nos da por parte del Sucesor de Pedro para este comienzo del año 2012: educar en la paz y la justicia a nuestros jóvenes. Porque, efectivamente, “la paz no es sólo un don que se recibe, sino también una obra que se ha de construir. Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; hemos de ser activos dentro de las comunidades y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones nacionales e internacionales, así como sobre la importancia de buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», dice Jesús en el Sermón de la Montaña”.        

Educar en la paz por parte de la familia, por parte de las instituciones docentes de niños y jóvenes, por parte de las autoridades políticas e incluso por parte de los medios de comunicación social. Porque educar es introducir a otro en una manera distinta de mirar y abrazar la realidad, acompañarle en ese modo diverso de contemplar el mundo, de soñarlo, de amasarlo y construirlo. La educación no es jamás una suplencia ni una manipulación del otro, sino un acompañamiento respetuoso y decidido.        

Es realmente bello el mensaje del Papa para este comienzo del año en torno a la educación de nuestros jóvenes en la justicia y la paz. El salmo 130 que él cita al inicio de su mensaje, habla de vigilar como centinela la llegada del claro día. Y subraya cómo en medio de la oscuridad que a veces nos atenaza, el corazón del hombre no cesa de esperar la aurora de la que habla el salmista. Se percibe de manera especialmente viva y visible en los jóvenes, motivo por el cual, sabiendo de la aportación que ellos pueden y deben ofrecer a la sociedad presenta esta Jornada Mundial de la Paz en una perspectiva educativa: «Educar a los jóvenes en la justicia y la paz», convencido de que ellos, con su entusiasmo y su impulso hacia los ideales, pueden ofrecer al mundo una nueva esperanza que no traiciona demagógicamente el anhelo de una verdadera paz, esa que nos trajo el niño Dios, Príncipe de la Paz.        

Recibid mi afecto y mi bendición, con los mejores deseos para el año nuevo.          + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm         Arzobispo de Oviedo


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