Miercoles, 24 de abril de 2024

Ante la crisis, Maeztu

Por todo ello y también por no ser extranjero, ha sido olvidado por la España oficial, hurtándose su conocimiento a las nuevas generaciones, ayunas hoy de toda alternativa al régimen liberal (con su sarmiento socialista) que llevamos soportando desde hace ya dos siglos.

Valgan estas notas para sintetizar el contenido de su obra y como aportación para interpretar la actual y siempre eterna -por moral- crisis económica.

-Sobre los tontos de baba que reivindican el humanismo:

"El humanismo significó esencialmente la resurrección del criterio de Protágoras, según el cual el hombre es la medida de todas las cosas. Bueno es lo que al hombre le parece bueno; verdadero, lo que cree verdadero. Bueno es lo que nos gusta; verdadero, lo que nos satisface plenamente. La verdad y el bien abandonan su condición de esencias trascendentales para trocarse en relatividades. Sólo existen con relación al hombre. Humanismo y relativismo son palabras sinónimas."

-Sobre lo que nos hace una nación común (y no una marca, o un proyecto, o una suma de lealtades constitucionales):

“El alma del hombre necesita de perspectivas infinitas, hasta para resignarse a limitaciones cotidianas. Lo que echamos de menos lo tuvimos, hasta que en el siglo XVIII lo perdimos: un gran fin nacional. Esto es lo que hemos de buscar, lo que ya buscan en los autores de otros países los lectores de libros extranjeros. Y lo que han de ir descubriendo en nuestra historia y arte y religión y en la profundidad de nuestros sentimientos más auténticos, los caballeros de la Hispanidad. Esta España de ahora, que vive como si estuviera de más en el mundo, no es sino la sombra de aquella otra que fue el brazo de Dios en la tierra. ¿Cómo resurgirá la verdadera? Por nuestras ansias, y aun por el mismo espíritu de aventura que nos extranjerizó hace dos siglos. Porque todas las otras pruebas están hechas, y andados todos los caminos. No nos queda más que uno sólo por probar: el nuestro. Tómense las esencias de los siglos XVI y XVII; su mística, su religión, su moral, su derecho, su política, su arte, su función civilizadora. Nos mostrarán una obra a medio hacer, una misión inacabada. En cambio, al volver los ojos a los senderos que en estos dos siglos hemos recorrido nos encontraremos siempre con que no llevan a ninguna parte.”

-Sobre el propósito del Estado:

"Y lo que aquí se significa (porque los Gobiernos se legitiman mucho más por su bondad que por su origen) es que la misión de todo Estado hispánico ha de consistir en fortalecer a los débiles, en levantar a los caídos, en facilitar a todos los hombres los medios de progresar y mejorarse, que es confirmar con obras la fe católica y universalista."

-Sobre el desafío independentista:

"Patriotas tan insignes como Cánovas dejaban caer la terrible sentencia: "Son españoles... los que no pueden ser otra cosa". [...] Todavía ahora mismo se oye decir a gentes que llevan en los apellidos media historia de España que es una desgracia ser español y no sueñan sino en huir a la realidad desagradable, en vez de concertar los ánimos contra las calamidades y "destruirlas combatiéndolas", como hubiera hecho Hamlet, de no haber sido Hamlet."

-Sobre la monarquía, la casta política y la preferencia por el funcionariado:

"La jerarquía legítima es la que se funda en el servicio. Jerarquía y servicio son los lemas de toda aristocracia. Una aristocracia hispánica ha de añadir a su lema el de hermandad. Los grandes españoles fueron los paladines de la hermandad humana. Don Antonio Maura dijo de los presupuestos del Estado, que eran la lista civil de las clases medias. [...] El aumento constante de los gastos públicos se ha convertido, para todos los pueblos, en una ley histórica. Y así los Estados no son ya escudos, sino cánceres que la devoran. Lo peor, sin embargo, no es el aumento de los gastos públicos, sino que lo fomente el mismo régimen representativo instituido para refrenarlo. En los más de los países son miembros de las Cámaras numerosos funcionarios, identificados con el Poder público que, lejos de regatear recursos al Erario, no tienen más anhelo que el de repartirse presupuestos opíparos. Tampoco los partidos políticos están interesados, sino de un modo genérico, en las economías, porque cuanto mayores los gastos de un Estado, más empleados sostiene, es decir, más electores, más amigos, más agentes, más secuaces de los partidos gobernantes. Así los presupuestos se convierten en la lista civil de los partidos. [...] Ahora bien, a medida que aumentan los presupuestos de los Estados disminuyen los beneficios del comercio, de la industria, de la agricultura y del ahorro transformado en capital, lo que quiere decir que se va estrechando la posición de los industriales, de los agricultores, de los comerciantes y de los capitalistas, con lo que se hacen inseguras y poco codiciables las profesiones productoras de riqueza y se acrece el ansia de buscar asilo en las carreras y oficinas del Estado, cuyo anhelo mueve a diputados y gobernantes a volver a aumentar el presupuesto de gastos, con lo que se forma el círculo vicioso, que empieza por absorber las energías de la sociedad, pero que acaba indefectiblemente con la soberanía del Estado, que es el fin de los cánceres: matarse cuando matan."  

Ramiro de Maeztu, siempre en el recuerdo de los españoles; los que entienden la patria como espíritu de unidad, alimentado por la empresa común de la fe católica.


Comentarios

Por Jaime Cifu 2012-10-10 15:06:00

Mediopensionista: totalmente de acuerdo, habrá que ponerse a ello.


Por mediopensionista 2012-10-10 11:23:00

Por supuesto que el acomodo o la desesperanza no son nada católicos. Pero junto a la esperanza, y sobre todo a la hora de pasar a la acción y no quedarse en el mero debate intelectual, es necesaria también una buena dosis de realismo. En el fondo de todo su planteamiento subyace la idea de un estado confesional católico. Algo que como digo, a corto plazo y con la sociedad actual (incluida la mayoría de los católicos de este país que creo que tampoco desean esa confesionalidad explícita) es irrealizable. Convénzase que eso no lo vera ni nuestra generación ni probablemente muchas de las siguientes. Para llegar a eso es preciso en primer lugar una autentica conversión individual de muchos de los que hoy nos confesamos católicos (¿coherencia de vida se llama?) , y en segundo lugar la creación de una serie de estructuras sociales intermedias auténticamente católicas, que puedan ser el caldo de cultivo para crear un ambiente propicio a esa confesionalidad. Algo que tal vez pueda llevar siglos. Pero es evidente que las casas no pueden construirse por el tejado.


Por Jaime Cifu 2012-10-10 09:54:00

Mediopensionista: nadie ha hablado de repúblicas. Respecto a lo de las quimeras, no soñar, ni perder el tiempo... las cosas pueden mejorar, y para que puedan mejorar es necesario que las élites que creen que es posible (y no un sueño) accedan al poder para iniciar la reforma social. Dejarse llevar por la desesperanza es lo más fácil. Debe recordarse que esa resignación ante el devenir del mundo, el no intentar cambiarlo en consecuencia con la propia fe, y acomodarse a lo que venga es lo más triste que le puede pasar a un católico: vid sin sarmientos.


Por mediopensionista 2012-10-10 09:05:00

Cifu si el punto de partida, y viendo tu última cita de Maeztu, es que la misión del estado español sea "confirmar con obras la fe católica y universalista" creo que podemos olvidarnos del tema. Tal y como están las cosas, y la realidad de nuestra sociedad, ese no es un objetivo realizable a corto ni medio plazo, ni con una monarquía, ni con una repúblca, ni con un régimen mediopensionista. A lo que hay que añadir, y es la realidad guste o no guste, que las repúblicas en España siempre han sido de izquierdas y marcadamente anticatólicas. Hablar de quimeras, de sueños irrealizables, y de teorías perfectas, es un ejercicio intelectual perfectamente légitimo. Pero tal y como están las cosas yo recomendaría vivir con los pies en el suelo, y no perder el tiempo en exceso.


Por Jaime Cifu 2012-10-09 22:44:00

Lacayo: el monarca es la más alta jerarquía del poder temporal en una -verdadera- monarquía (y no una república coronada), ergo está afectado por la cita, de modo que un reinado es legítimo en tanto en cuanto sirva al bien del pueblo que gobierna. Si no sirve, sino se sirve a sí mismo, no es un jerarca legítimo, eso no hace falta desarrollarlo mucho más, es pensamiento clásico católico... que ha sido olvidado por muchos monárquicos cortesanos, para los que es mucho más importante una fórmula política o una dinastía que el bien de los gobernados. De todas formas ahí va otra cita de la misma obra, que supongo entenderá se refiere al gobierno monárquico: "Ello no muestra sino que la obra protectora de los indios, a que se dedicó durante tres siglos la Monarquía Católica española, por medio de toda organización gubernativa y eclesiástica, ha echado raíces tan profundas en los pueblos de América, que no pueden concebir otra autoridad legítima que la que ella designa. Y lo que aquí se significa (porque los Gobiernos se legitiman mucho más por su bondad que por su origen) es que la misión de todo Estado hispánico ha de consistir en fortalecer a los débiles, en levantar a los caídos, en facilitar a todos los hombres los medios de progresar y mejorarse, que es confirmar con obras la fe católica y universalista."


Por Lacayo 2012-10-09 21:53:00

Perdone, pero yo no enredo. Sólo leo en la entradilla al párrafo "sobre la monarquía, la casta política y la preferencia por el funcionariado". Y después de esta equívoca introducción en que todo se iguala (monarquía, casta política y funcionariado, que supongo que será alguno, porque hay funcionarios y funcionarios) en el párrafo no encuentro ni la más remota alusión a la monarquía. Con lo cual no me queda más remedio que concluir que se ha cogido el rábano por las hojas, tratando de sacar de contexto el pensamiento de Maeztu. Qué menos mal que me reconocen que era monárquico. Y puestos a precisar, Cangas, yo no he afirmado en ningún momento que Maeztu fuera Carlista, por favor lea bien mis palabras.


Por Jaime Cifu 2012-10-09 21:25:00

En efecto, no habla contra la monarquía (él era monárquico), ni se pretendía dar a entender eso en el artículo. Sin embargo esta frase recuerda algo esencial respecto al monarca y la aristocracia social en general: "La jerarquía legítima es la que se funda en el servicio"; algo por lo demás bastante evidente...Ya son ganas de enredar querer ver en esas citas un ataque a la monarquía...


Por Cangas 2012-10-09 19:55:00

No habla, en la selección del párarrafo, ni en favor ni en contra de la monarquía, sin duda por que la obligada selección al recortar el autor del art., no cubre todo el título de ese capítulo. Maeztu era del grupo de Acción Española, que podría denominarse tradicionalista católico y reaccionario alfonsino. Esto es, el joven anarquista acabó en una posición inlfuida por Accion Francesa. Ni él ni el grupo eran carlista, aunque llegaron a algún limitado acuerdo con la TyRE (Tradición y Renovación Española)m oir ki que no se entiende la objeción de Lacayo. El equivlente a Maeztu, pero carlista, sería Victor Pradera, para entendernos.


Por Lacayo 2012-10-09 15:48:00

¿Y dónde habla Ramiro de Maeztu contra la monarquía en el último párrafo?. Por favor, que me lo digan. Resulta inconcebible que un exponente del pensamiento tradicionalista católico, como él, ataque o critique la forma más tradicional de organización del estado español. Y todavía más inconcebible resulta que esa crítica se realice desde posiciones como el carlismo.


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