Viernes, 19 de abril de 2024

En la hora de un gobierno capaz

A remolque


La gestión del más mínimo problema tiene el sello de lo improvisado, interesado y chapucero. Las ideas de cierto relieve brillan, sí, pero brillan por su ausencia y es que, claro, con los esfuerzos sobrehumanos realizados para cumplir con la desgraciada Ley de memoria histórica y tras el gran logro, orgullo de la moderna democracia que constituyó el hecho heroico y trascendental de exhumar e inhumar el cadáver de un hombre muerto hace más de cuarenta años y cuyo recuerdo están logrando hacer presente nostálgicamente (y no digo ningún nombre por no incurrir en delito), ha dejado exhaustas muchas mentes que en estos momentos quizá estén dando encefalograma plano y laxo, en descanso absoluto para intentar recuperar el seso perdido, aunque su preocupación más que en el seso está en el sexo, hasta el punto de que van camino de acabar con el femenino a causa de tanta reivindicación perseguida con tal tesón digno de otros logros,  que, pretendiendo hacerlo tan igual en todo al masculino, van a conseguir su extinción por innecesario. Si queremos igualar tanto ¿para qué queremos dos sexos?


Hablando en serio, cosa que cada vez resulta más difícil, se está malgastando tanto tiempo y lo que es peor, tanto dinero en verdaderas nonadas (¿para qué vamos a llamarlas de otro modo?), que ya apesta tanto sectarismo y tanto desprecio al ciudadano que no piensa igual que los próceres y próceras que ocupan desafortunadamente, cargos para los que no están ni siquiera mínimamente preparados.


Y así nos luce el pelo ante realidades que son tan evidentes que solo esas mentes tan ocupadas en sus futilidades, son capaces de ignorar. Ejemplos palpables tenemos abundantes, tanto de ignorancia como de soluciones erráticas:


Cuando en todo el mundo se había tomado muy en serio la epidemia del coronavirus o Covid-19, en España, los responsables de casos de este calibre, no fueron capaces de aplazar o suspender una celebración que se adivinaba multitudinaria, permitiéndola a bombo y platillo, con los consabidos riesgos de contagio, simplemente porque se adivinaba muy favorable a reivindicaciones que llaman progresistas, ridículas y grotescas algunas, que iban a ser bandera de un feminismo a ultranza propiciado por los partidos que bigobiernan o multigobiernan nuestro martirizado país. Lo dicho es una muestra de lo que venimos considerando. Como anécdota podemos ver en un video del 8-M a una de nuestras ministras estornudando o tosiendo frente a una señora que exclama: "¡Me cago en la puta, que me estás tosiendo encima!"  a lo que contesta la portacarteras: "Tranquila, no me pasa nada". A los dos o tres días, la noticia es que la susodicha ministra padece coronavirus. ¿Habrá habido algún contagio ese día entre la multitud manifestante y manifestada después...? O tal vez ¿había un trato de no agresión suscrito entre nuestro gobierno y el Covid-19 para tal fecha? ¡Vaya vd. a saber!


Otra muestra: el azote que dicha epidemia constituye para nuestra economía, requiere medidas especiales en este campo: se sabe ya a ciencia cierta que muchas empresas, muchos autónomos, etc. van a sufrir (ya están sufriendo) pérdidas considerables hasta el punto de que, con toda seguridad sus cuentas de resultados, presentarán no solo beneficios cero sino cifras negativas en este ejercicio. Pues las medidas con las posibles soluciones a estos gravísimos problemas, las anuncia personalmente nuestro doctor YO con un tono de arrogante suficiencia, y no van precisamente por los caminos que cualquier mediano economista tomaría pues se mantienen intocables los impuestos y las cuotas de la Seguridad Social y se habla solamente de una moratoria y de una aportación especial del Estado en forma de préstamos para facilitar los pagos. Total que, echando mano de nuestro fértil refranero, va a ser "peor el remedio que la enfermedad" por la sencillísima razón de que ese dinero hay que devolverlo y tal vez con intereses añadidos. O sea que a las deudas contraídas por una merma en la, digamos para generalizar, producción, el sufrido empresario acumulará otras deudas de pago implacable por esos tan generosos y sacrificados préstamos estatales.


Es claro que este tramposo gobierno se tambalea; no tiene ninguna entidad, categoría ni conocimientos, pero la petulancia es tan audaz que aquí nos arruinaremos todos antes que estos inútiles reconozcan que lo son y abandonen el barco en que tan a gusto navegan o el Falcon que con tanto placer disfruta el dr. YO a diestro y siniestro.


No soy ningún experto en temas de este tipo pero lo expuesto creo que no es más que el resultado de aplicar una elemental lógica económica al alcance de cualquiera o cualquiero ante una situación gravísima y en la que muchos países nos llevan ya una delantera que, afortunadamente y si los responsables fuesen eso realmente y levantasen la vista de sus ombligos, podría servirnos de espejo o modelo.




Manuel Alonso Trevicortov


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