Sabado, 23 de noviembre de 2024
Dólar o el sustitutivo perfecto del papel higiénico
Sustitutivos perfectos (II)
“Como emisor de una gran moneda de reserva, Estados Unidos no ha estado a la altura de su responsabilidad de estabilizar los mercados mundiales al lanzar una segunda ronda de expansión cuantitativa en este momento y no pensó en el impacto de la excesiva liquidez en los mercados emergentes”, dijo el viceministro chino de Finanzas Zhu Guangyao.
“El mandato de la Reserva Federal y el mío es que nuestra economía crezca, y eso no es sólo bueno para Estados Unidos. Eso es bueno para el mundo como un todo” afirmó Obama.
Tras el reciente varapalo electoral recibido por Obama en las elecciones legislativas de los EEUU y que le han hecho perder el control del Senado, éste ha decidido anteponer el interés propio y de su partido al de los EEUU y el resto del mundo, prometiendo horas extras para los empleados de la “impresora de dólares”. El objeto de esta medida es alentar el consumo interior (aumentando la disponibilidad de líquido y alentando la inflación, con lo que se incrementa el coste financiero del ahorro y se incentivan tanto el préstamo bancario a los particulares como el consumo de éstos), y exterior (abaratando la divisa estadounidense frente al resto de monedas, lo que se supone hará más competitiva la economía useña) de bienes producidos en los EEUU.
Para los legos esta historia suena bien, pero tanto los buenos economistas como los buenos historiadores saben cuál es su origen, su nudo y su desenlace. Y lo saben porque ya se contó, punto por punto, hace casi 80 años, a raíz del Crash de 1929. Para explicarlo debemos comenzar por el principio:
La crisis originada en 1929 no fue diferente a otras del siglo XIX como el “Pánico de 1819” o la “Gran Depresión” de 1873. Fue resultado de una mala política monetaria pública combinada con una definición tramposa de los derechos de propiedad sobre los depósitos bancarios, y sus consecuencias se dejaron sentir durante varios años en forma de miseria y violencia.
En este caso, los responsables de las políticas monetarias estadounidense y británica fueron Andrew W. Mellon y Montagu Norman respectivamente. Mellon alentó la inversión y el consumo emitiendo masivamente dinero barato, potencialmente generador de inflación, aunque ésta fue absorbida por el incremento de la productividad. Las producciones extraordinarias que se obtuvieron fueron destinadas fundamentalmente a los mercados de la Europa de posguerra, cuyos gobiernos y particulares percibían préstamos en dólares para poder adquirirlas. Por su parte Norman deseaba que Gran Bretaña regresara al patrón oro con la paridad de preguerra (3 libras y 17 chelines la onza de oro). Para ello necesitaba atraer capitales extranjeros, lo que requería simultáneamente aumentar los tipos de interés, ganar competitividad y que, a su vez, EEUU no aumentase los tipos de interés. Ambos acordaron coordinar sus políticas monetarias en 1924, con lo que se pulsó el primer botón de la bomba de relojería.
El segundo botón llevaba pulsado muchos años. Se trataba del mecanismo de negocio de la banca privada. Ésta trabajaba con reserva fraccionaria sobre los depósitos irregulares de dinero que realizaban sus clientes, costumbre permitida por ley a pesar de que se está llamando depósito (guarda y custodia del “tantundem”) a lo que en realidad es un contrato de mutuo o préstamo que el cliente realiza a favor del banco. Todo esto quiere decir que el banco sólo está obligado a conservar un porcentaje mínimo sobre los depósitos que realizan sus clientes, el resto lo puede prestar. Así, si un banco tiene 1000$ en depósitos y el coeficiente de reserva es un 10%, puede prestar 900$, que son depositados a su vez en cuentas del banco, cuyo importe puede ser a su vez objeto de préstamo y así sucesivamente. De esta forma, aquellos 1000$ pueden acabar -teóricamente- convertidos en 9000$ en préstamos.
Todo este dinero se prestaba a inversores en bienes inmobiliarios o en bolsa, de forma que si éstos quieren adquirir 100$ en acciones, pagan de su bolsillo 25, mientras que el banco les presta los 75 restantes. Esto se denomina apalancamiento y su principal virtud es que permite comprar bienes con muy poco dinero propio, obteniendo un beneficio fácil y cuantioso tras su reventa. Así, con esos 25$ compro 100$, que revendo a 120$, devuelvo al banco los 75$ que me prestó y me quedan 45$; es decir, con 25$ de inversión he conseguido 45$; un beneficio del 80%. Ahora bien, cuando las cosas van mal y no logro vender el activo, el apalancamiento opera en sentido inverso, de forma que no sólo pierdo mis 25$, sino que deberé al banco 75$ que muy probablemente no podré pagar.
En condiciones “normales” no pasa nada porque unos pocos créditos bancarios sean fallidos, el problema llega cuando hay demasiados; y cuando estalla un “boom” causado por erróneas políticas monetarias, los fallidos siempre son demasiados. De esta forma, mientras la “borrachera” de dinero continúa, la banca legalmente fraudulenta se embolsa jugosas ganancias, pero cuando los inversores comienzan a tener problemas para hacer frente a los pagos, surge un problema monumental: esta banca pasa a tener problemas simultáneos de liquidez (no hay dinero líquido para pagar salarios, pagar préstamos propios, ni devolver depósitos a sus clientes) y solvencia (gran parte de los préstamos otorgados a los inversores nunca podrán ser recuperados); ante lo cual unos bancos dejan de prestar dinero y otros simplemente quiebran. Quiebran también las empresas insolventes y las ilíquidas (aunque solventes), se hunde la inversión, el consumo, se dispara el desempleo, etc.
La borrachera comenzó en 1921 y la resaca comenzó en 1929. El primer “boom” consistió en un episodio especulativo en bienes inmobiliarios en Florida que se extendió de 1920 a 1926 y que, al estallar, ocasionó una breve crisis de la que se salió rápidamente mediante mayores dosis de emisión monetaria. Esta forma de salir de una “minicrisis” condujo irremisiblemente a la de 1929 (resulta inevitable el paralelismo con la crisis de las “puntocom” en el 2000 que precedió a la actual).
Más allá de 1926 las compras a crédito se concentraron fundamentalmente en el mercado bursátil. Los brókeres llegaban a prestar 2/3 del dinero necesario para especular a los inversores privados, de forma que éstos sólo debían desembolsar en efectivo 1/3 del precio de la acción. Un caso ilustrativo de hasta qué punto llegó el nivel de especulación fue el de Goldman, Sachs & Company, que creó la compañía Goldman Sachs Trading Corporation (que a su vez creó otras sociedades participadas parcialmente), cuyas acciones alcanzaron un precio de 104 $/acción en 1928, pero que en abril de 1932 se podían comprar por tan sólo 1 $ y ¾.
Como decíamos, la fiesta terminó en octubre de 1929 con el desplome bursátil. Las consecuencias del apalancamiento especulativo sobre una banca con reserva fraccionaria fueron devastadoras: entre 1930 (año en que colapsaron la Banca Caldwell, el “Bank of the United States” de Nueva York, y el “Guaranty Building and Loan Association” de California) y 1933 quebraron 9.100 bancos en los EEUU, un 37,5% del total del país; proceso que sólo se detuvo con las vacaciones bancarias que algunos estados promulgaron en 1933 y que el presidente Roosevelt extendería más tarde a toda la nación. Respecto al desempleo, en 1929 la tasa era del 3,14%, pero en 1930 era del 8,67% y en 1933 se alcanzó casi el 25%.
Ante la magnitud del desplome económico, el gobierno de Herbert Hoover, luego el de Roosevelt, así como los gobiernos de los diferentes estados americanos, incrementaron el gasto público, fijaron salarios, jornadas de trabajo, abarataron el dinero (en 1930, el gobierno de la FED bajó los tipos de descuento desde un nivel del 4’5% en febrero hasta un 2% a fines de año y un 1’5% a mediados de 1931) y restringieron las importaciones en favor de la industria nacional (“Smoot–Hawley Tariff” del año 1930).
Todo fue en vano y contraproducente: la política anticrisis de los EEUU impulsó el proteccionismo y las devaluaciones competitivas del resto de naciones, así como el aumento de aranceles a las importaciones, las cuotas, los acuerdos de “clearing” (trueque comercial), etc. de forma que el volumen del comercio internacional se redujo hasta en 2/3 del de 1929. Incluso Gran Bretaña se vio obligada a abandonar el patrón oro en 1931.
El último acto de este drama fue la lucha denodada por la posesión de reservas de oro, única moneda franca aceptada para los pagos internacionales. Huelga decir cómo acabó todo aquello.
Obama puede hacer lo que quiera para salir de la crisis, pero debería tener presente que sólo Jesucristo podía resucitar muertos. La de EEUU es una economía quebrada, un muerto andante que sigue en pie desde hace 30 años gracias al acuerdo internacional para sostener el valor de las reservas en dólares. Hoy el billete verde es el sustitutivo perfecto del papel higiénico y la actual emisión monetaria sólo puede tener como resultado ventilar aún más el olor a descomposición del difunto, razón por la cual todo inversor que se precie huye de esta divisa en dirección a cualquier cosa tangible con valor y que no sean bienes inmuebles: básicamente materias primas.
De los chinos no cabe esperar gran cosa, porque no tienen alternativa: o exportan o revientan, y de hecho acabarán por reventar económicamente dada la negativa del PCCh a desarrollar su mercado interno. Con ello lo hará también políticamente. De nada les servirá seguir acumulando divisas sin valor, de las que ya tienen muchísimas, en todo caso pueden criticar la política económica Obama, pero procurarán no hundirle... de momento.
En todo caso, el futuro se presenta difícil, pero se saldrá de ésta. Ahora bien, o entendemos que las políticas monetaristas son un camelo socialista disfrazado de propaganda capitalista y que la banca de reserva fraccionaria es un negocio cuanto menos dudoso, o todo esto volverá a suceder y la próxima vez nos lo contaremos en cuevas al calor del fuego.
Comentarios
Por Jaime Cifu 2010-11-09 21:55:00
Muchas gracias Kelsen, tomo nota de su propuesta. Como le dijo Belmonte a Valle Inclán: maestro, se hará lo que se pueda. Un saludo.
Por kelsen dixit 2010-11-09 18:42:00
Enhorabuena por la columna Sr. Cifu. No soy experto en economía pero me ha gustado su razonar. Sugeriría a los directores de este diario que creasen una sección especial de Economía o, dentro de la Sección "dinero" insertasen pequeños artículos explicativos de la situación económica actual (en parecida forma a como hace el periódico LNE). Eso sí, de carácter divulgativo y adaptado "a todos los públicos". En este sentido, el libro de Leopoldo abadía "La crisis ninja", me parece un paradigma
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