Sabado, 30 de noviembre de 2024
Desde Mali, el jefe de Delegación de Cruz Roja Española, Pablo Estévez, destaca que este país africano "comenzó a tomar medidas muy pronto, antes de que se diese ningún caso positivo en el país incluso
Cooperantes en países pobres destacan la prontitud para tomar medidas "antes que muchos países de Europa"
Desde Mali, el jefe de Delegación de Cruz Roja Española, Pablo Estévez, destaca que este país africano "comenzó a tomar medidas muy pronto, antes de que se diese ningún caso positivo en el país incluso". Según señala, "la mayoría de países del Sahel han sido muy conservadores a la hora de tomar medidas" porque "saben que sus sistemas sanitarios quedarían colapsados rápidamente debido a la falta de recursos humanos y materiales".
"Han sido realistas: se han protegido ellos y han protegido a su población mucho antes que la mayoría de los países de Europa. No han infravalorado la capacidad devastadora de la pandemia", indica en declaraciones a Europa Press.
Entre las medidas, destaca el cierre de escuelas, la suspensión de eventos, el cierre de bares o el toque de queda. También se habla, según precisa el cooperante, de aislar ciudades y prohibir el tránsito de personas, pero puntualiza que confinar a la población en un país donde muchas personas viven al día sería abocarles a morir de hambre. "Si en algo estamos de acuerdo la mayoría de actores humanitarios en Mali es que el hambre puede matar más que el COVID-19", asegura.
El país ocupa el puesto 184 del Índice de Desarrollo Humano (IDH), y tiene problemas importantes de malnutrición infantil, acceso al sistema sanitario, al agua y enfermedades de transmisión vectorial como la malaria o el dengue. A todo esto se suma el terrorismo yihadista y los conflictos intercomunitarios desde 2012, con varios miles de víctimas humanas anualmente y miles de desplazados internos.
Por todo ello, pide "una respuesta humanitaria y coordinada de carácter internacional" durante los próximos meses para evitar los estragos de la hambruna y la malnutrición de la población.
Por su parte, las cooperantes de Manos Unidas en África, Adèle Lassalas y Laia Luthi, destacan claramente la labor de Senegal contra el COVID-19, y también de Mauritania. Ambos países, según explican, han conseguido frenar la pandemia rápidamente, a pesar de que sus sistemas de salud son "muy débiles" y que su población, "aunque es más joven" que la española, tiene una mayor "morbilidad" y "está más expuesta a riesgos".
Luthi apunta que Senegal adoptó el primer decreto con medidas de protección y contingencia con 21 casos contabilizados en el país. Fue el pasado 14 de marzo, el mismo día en el que España decretaba el estado de alarma, y entre las decisiones que se aprobaron destaca la puesta en marcha de hospitales móviles, la prohibición de aglomeraciones, el cierre de escuelas y universidades, la suspensión de peregrinajes o el cierre de fronteras.
"Estas medidas se han ido ampliando con toques de queda y prohibición de trasladarse entre ciudades", ha indicado la cooperante, en declaraciones a Europa Press.
En la actualidad, precisa Lassalas, Senegal está en estado de emergencia y ha optado por un confinamiento parcial con toque de queda. Del mismo modo, se han cerrado los departamentos y se han prohibido los desplazamientos interurbanos. Se trata, a su juicio, de unas medidas "adaptadas a la realidad socioeconómica del país ya que la mayoría de la población vive el día a día".
La cooperante también pone en valor que el país africano, a pesar de sus carencias, haya "elegido la estrategia de hacer test a personas con síntomas y a sus contactos para poder detectar el mayor número de enfermos", lo que implica que se realicen unas 800 pruebas diarias. "El número de casos positivos está aumentando mucho más despacio", ha apuntado Luthi, por su parte. Esto es consecuencia, explica, de que "las medidas se tomaron antes para contener la propagación" y "la situación se está controlando".
En cuanto a Mauritania, ha indicado que "se identificaron rápidamente las personas que habían llegado al país y que podrían haber estado en contacto con el virus". Con este contexto, "se pusieron en marcha las medidas de cuarentena y seguimiento de contactos que permiten tener a las personas identificadas", ha explicado.
Preguntada Luthi por el principal motivo de esta buena actuación, la cooperante ha señalado que ambos tienen "experiencia previa con epidemias y otras crisis humanitarias". Estas epidemias, además, "son repetitivas y se tienen que gestionar con pocos recursos económicos", advierte Luthi. En este sentido, también destaca "la capacidad para informar y sensibilizar a la población a través de redes de agentes comunitarios promotores de salud".
Al otro lado del océano, la jefa de misión de la Cruz Roja Española en Haití, Bárbara Vallés, explica que el Gobierno de Haití "decretó el Estado de Alarma en marzo, después de haber identificado dos casos de COVID-19, se impuso un toque de queda de 20.00 a 5.00 horas y se pidió a la población que intentara quedarse en casa".
Además, la cooperante destaca que el Gobierno está "sensibilizando a la población, intentando equipar e instalar centros de tratamiento en los diferentes departamentos y tiene la intención de hacer distribuciones de máscaras". También cerró las fronteras, los colegios y las universidades pero no decretó el cierre total de las actividades económicas.
Según indica Vallés, "Haití se ha visto muy afectada en esta última década por diversas catástrofes: terremoto, cólera, ciclones, inseguridad (bandas armadas, secuestros)" por lo que "la llegada del coronavirus viene a añadirse a la larga lista y aumentar exponencialmente la grave situación de inseguridad alimentaria, sanitaria, política y económica a la que debe hacer frente la población".
La cooperante se muestra convencida de que los países ricos pueden aprender de Haití la capacidad de "resiliencia", es decir, de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, porque "los haitianos siempre han hecho frente a crisis y catástrofes y tienen la capacidad de luchar contra todas las adversidades que se les plantean".
Desde la India, el coordinador de las Escuelas Profesionales de la Fundación Vicente Ferrer, José Antonio Hoyos, cuenta que la pandemia ha puesto al descubierto "los extremos de este país". "Por una parte, la inmediata necesidad en la que se han visto millones de personas que viven literalmente al día, ya que gran parte de la mano de obra india se encuadra en el sector informal en el que no hay contratos de trabajo. Al día siguiente, por tanto, ya había gente pasando hambre", explica.
Si bien, añade que también "al día siguiente ya había organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, organizadas e improvisadas, preparando comida para dar de comer al que no tenía nada". También destaca que "los sastres de los pueblos se han puesto a fabricar mascarillas" y que los policías "han explicado muy claramente, al elocuentísimo estilo indio, que hay que quedarse en casa", con "disfraces e interpretaciones teatrales en las que el virus es el malo".
Asimismo, Hoyos pone de relieve lo "pronto" que se tomaron algunas medidas como el cierre de los aeropuertos. "Todos tenemos en mente India como un país contemplativo --no hay que confundir con pasivo-- y ahora sabemos también que en momentos como este reacciona, actúa y coopera", puntualiza
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