Miercoles, 27 de noviembre de 2024
(En ruta hacia Venezuela)
El disparate como medio y fin de gobierno
La verdad es que yo, a mis años, sea por intuición, sea por conocimientos adquiridos (experiencias), sea por ensoñaciones pesadillísticas, sea por elucubraciones o lucubraciones más o menos aventuradas, sea por algún "delirium tremens" (en cuanto a la magnitud, excluído el alcohol al que no tengo especial afición) o sea por lo que sea, nunca hubiese llegado a imaginar en qué especie de caricatura se está convirtiendo mi querida España, esta España mía, esta España nuestra, ¡Ay Cecilia!, en los momentos de su devenir histórico por obra y gracia de la peor clase política que imaginarse pueda cualquier imaginador que se precie de tal (o cual), contemplando la superación hacia peor, en desgraciada competencia, de los protagonistas de dicha clase, o sea, nuestros señores políticos por adjudicarles un calificativo inteligible, aunque francamente prostituído.
Resumiendo, pues tampoco mis conocimientos históricos tienen nada de asombroso, frondoso o meticuloso, a mí me parecía y, por tanto resumía en mi mente "grosso modo" los momentos a mi parecer peores, políticamente, de mi querida España, esta España mía, esta España nuestra, ¡Ay Cecilia!, repito, en dos hitos distantes en el tiempo, muy conocidos por todos y sintetizados en dos nombres de desgraciada memoria: en primer lugar en el tiempo, Fernando VII, rey de España por la gracia de no sé qué hados malignos y José Luis Rodríguez Zapatero, de León, presidente del gobierno, por la gracia de un desconocido aún ¿complot? de triste recuerdo lleno de explosiones, lágrimas y muerte...
Sobre el primer personaje, no creo necesario extenderme pues la historia ya lo ha estudiado en profundidad, calificado ampliamente y puesto en su sitio, Napoleón mediante.
Recordemos al segundo como experto y hábil contador de nubes autor de la famosa, rotunda y "aireada" teoría de que "la tierra no pertenece a nadie (o pertenece a nadie, puesto que nuestra gramática dice, que dos negaciones afirman), sino al viento". Es digno de apreciar y reseñar lo fresco y satisfecho que se quedó nuestro inefable pensador tras hacer pública esta sorprendente y novedosa teoría que echaba por tierra, merced a una exposición tan escueta, todo lo estudiado anteriormente en relación a este tema de la propiedad, tan controvertido hoy y siempre. Semejante afirmación mereció en su día, lógicamente, un río de comentarios llenos de sorpresa y admiración. Y menos mal que gracias a la profetisa Leyre Pajín, nos enteramos que en tiempos de Rodríguez Z., se habría producido una conflagración planetaria que facilitaría la coincidencia de la presidencia europea de éste, con la presidencia de Barak Obama en los
Estados Unidos de América, y que dicha conflagración sería el acabóse quizá entre rayos y centellas, ante la que tendríamos que quedar todos boquiabiertos y anonadados. No debemos extrañarnos pues, que en ese momento planetario haya surgido el hallazgo de la susodicha teoría de la propiedad tan precisa como categórica. Aquí Napoleón no tuvo nada que ver.
Para mí, estos dos personajes citados serían los genuinos representantes del mal gobierno o desgobierno de nuestra patria y paradigmas inimitables e irrepetibles en misión de tal calibre. Sin embargo ¡qué equivocado estaba!
Sucedió así: cuando nadie esperaba un final tan abrupto y absurdo del mandato del tibio Mariano Rajoy, héte aquí que aparece una persona que no estaba allí ni se la esperaba y en un plis plas de lo más tramposo y por qué no decirlo, canallesco, se hace con la presidencia de la nación y, como si esto fuera una barraca de feria, se pone a gobernar (tome nota D. Mariano) apoyándose en todo lo traidor, separatista, terrorista y antiespañol (mención especial para el PNV), que encontrarse pueda, amparado en propuestas y promesas inconfesables y, como el tiempo dirá, imposibles de cumplir.
Desde ese fatídico día los acontecimientos se precipitan; se gobierna en negativo y no para el bien común ya que muchas decisiones se toman, simplemente, para molestar al prójimo que tenga la mala suerte de pensar de forma distinta. Se resucita la triste e inoportuna "Ley de la memoria histórica" con todo el ardor de una nueva cruzada y se fija como objetivo importantísimo, el desentierro de los restos del Generalísimo Franco que reposan tranquilos en el Valle de los Caídos y, que según parece, perturban de una forma clarísima y excepcional, la convivencia de la ciudadanía y son la causa de los males de toda especie que nos aquejan; memez de magnitud catedralicia, digna de los excelsos pensadores que florecen hoy día.
¡Qué difícil resulta para algunos el liberarse del recuerdo de aquel hombre que les ganó la guerra y que tras más de cuarenta años de paz, consiguió situar a España entre las diez naciones más florecientes del mundo, superando el bloqueo a que fué sometida por los vencedores de la guerra mundial! Primero, se contentaban con su desaparición del mundo de los vivos pero al ver que con esto y a pesar del logro de que por su gracia se produjo una transición modélica "de la ley a la ley", sin traumas, la sombra del vencedor seguía sobrevolando, se les ocurre la genial y feliz idea de desenterrar sus restos de un lugar de sosiego y reconciliación, considerando que era indigno que allí reposase en la paz que él quiso lograr para todos los españoles. Enorme majadería, digna de figurar en una hipotética
"Antología histórica-mundial del disparate político". Y en eso estamos pues no quiero alargarme más. Día tras día se acumulan noticias de las calamitosas decisiones de este traidor, tramposo, lleno de soberbia y afán de poder, icono representativo de todo lo contrario a un verdadero demócrata cuyo nombre, Pedro Sánchez, quiera Dios que no acabe pasando a nuestra historia como el artífice de una nueva confrontación entre los españoles, pues, aunque su proceder corre paralelo con el chavismo y esto es innegable, bien acompañado por su socio y sosias Pablo Iglesias, debemos pensar que los españoles no estamos dispuestos a repetir: "¡Vivan las caenas!" y también, que España no es Venezuela.
Confiemos una vez más en que España será "en las desdichas, grande" y que aparezca, pues esta es una gran ocasión, un líder que no se avergüence de su ideología y consiga arrastrar, despertando de su aparente indiferencia a esa multitud de españoles que claman por una vida en la que la justicia y la paz sean protagonistas indiscutibles e indiscutidos, enterrados definitivamente el rencor, el odio, la envidia y, sobre todo, el cobarde afán de revancha.
Francisco Alonso-Graña del Valle