Jueves, 02 de mayo de 2024
El santo de la semana
San Gregorio Nacianceno
Gregorio nació Arianzo, cerca de Nacianzo, de una noble familia en el 330. Fue a Cesarea de Capadocia donde trabó amistad con san Basilio Magno, con quien volvió a coincidir en Atenas. Cuando volvió a casa, Gregorio recibió el bautismo y se orientó hacia la vida monástica. Recibió la ordenación presbiteral con cierta duda, porque sabía que después debería ejercer como pastor, ocuparse de los demás, de sus cosas y, por ello, no podría estar ya recogido en la meditación pura. Sin embargo, después aceptó esta vocación y asumió el ministerio pastoral en plena obediencia, aceptando, como le sucedió a menudo durante su vida, el ser llevado por la Providencia allí a donde no quisiera ir.
Hacia el 379, Gregorio fue llamado a Constantinopla, la capital, para guiar a la pequeña comunidad católica fiel al Concilio de Nicea y a la fe trinitaria. La mayoría, por el contrario, se había adherido al arrianismo. En la pequeña iglesia de la «Anástasis» pronunció cinco «Discursos Teológicos» («Oraciones» 27-31; SC 250, 70-343), precisamente para defender y hacer inteligible la fe trinitaria. Son discursos que se han hecho famosos por la seguridad de la doctrina, la habilidad del razonamiento, que hace realmente comprender que ésta es la lógica divina. Y también el esplendor de la forma lo hace hoy fascinante. Mientras participaba en el Segundo Concilio Ecuménico de 381, Gregorio fue elegido Obispo de Constantinopla, y asumió la presidencia del Concilio. Pero de pronto se desencadenó una fuerte oposición contra él, hasta que la situación se hizo insostenible. Para un alma tan sensible, estas enemistades eran insoportables. En la concurridísima catedral Gregorio pronunció un discurso de adiós de gran efecto y dignidad
Volvió a Nacianzo y se dedicó al cuidado pastoral de aquella comunidad cristiana durante unos dos años. Después se retiró definitivamente a la soledad en la cercana Arianzo, su tierra natal, dedicándose al estudio ya la vida ascética. San Gregorio Nacianceno, reflexionando sobre la misión que el Señor le había encomendado, dice: «He sido creado para ascender hasta Dios con mis acciones».
Él era un hombre manso, y en su vida trabajó siempre por la paz en la Iglesia de su tiempo, dañada por discordias y herejías. Con audacia evangélica proclamó la verdad de la fe, a la vez que sentía profundamente el anhelo de acercarse y unirse a Dios. Gregorio hizo resplandecer la luz de la Trinidad defendiendo la fe proclamada en el Concilio de Nicea: un solo Dios en tres Personas iguales y distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Asimismo, puso muy de relieve la plena humanidad de Cristo. Gregorio nos recuerda que, como personas humanas, debemos ser solidarios los unos con los otros, imitando la bondad y el amor de Dios. Nos enseña ante todo la importancia y la necesidad de la oración, en la cual debemos dirigir nuestro corazón a Dios para entregarnos a Él como una ofrenda que se ha de purificar y transformar. En la oración nosotros vemos todo a la luz de Cristo, nos quitamos nuestr máscaras y nos sumergimos en la verdad y en la escucha de Dios, alimentando el fuego del amor
Columnistas
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No sé si las palabras del juez ponente del proceso del 11M -"hay cosas tan graves en el 11-M que por ahora es mejor que no se sepan"- están ahora más en vigor que nunca antes.
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Las naciones no son entes abstractos sino productos de la historia y, como tales, objeto de construcción o destrucción
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