Sabado, 27 de abril de 2024

La pasada semana en Covadonga

Se celebró con éxito el IV Curso de verano sobre las Raíces cristianas de Europa

La apertura del curso fue presidida por el Arzobispo de Oviedo, fray Jesús Sanz Montes, O.F.M., quien impartió también la ponencia inaugural. Le acompañaron en la mesa el Presidente de la Asociación Católica de Propagandistas, D. Carlos Romero Caramelo, el abad del Real Sitio de Covadonga, Rvdo. D. Juan José Tuñón Escalada, y el Secretario del Centro de la ACdP en Asturias, D. Ricardo Viejo Fernández-Asenjo.  

Tres grandes santos europeos para reconciliar Dios, hombre, e historia

D. Jesús Sanz, en su conferencia sobre los maestros de la certeza (San Benito, San Francisco, y San Ignacio), comenzó citando al poeta angloamericano Thomas Elliot, en su poema “La tierra baldía”: “los hombres han dejado a Dios no por otros dioses, dicen, sino por ningún dios; y eso no había ocurrido nunca”. Ese es el diagnóstico de nuestra vieja Europa, el llamado “postcristianismo” en palabras del todavía profesor Joseph Ratzinger, una sociedad secularizada y que prosigue su proceso de secularización.

Una sociedad en la que la disociación de Dios, hombre, e historia, produce una auténtica esquizofrenia cultural. Frente a ella el Arzobispo de Oviedo quiso proponer a tres grandes santos europeos como maestros de certezas: San Benito de Nursia, San Francisco de Asís, y San Ignacio de Loyola.

D. Jesús Sanz definió a San Benito como “el grito de Dios”. Este santo nos recuerda cómo Dios no es un dato opcional, cuando se prescinde de él la vida humana se pierde y se ofusca. Citando al cardenal jesuita Henri de Lubac, recordó como “cuando el hombre ha construido un mundo sin Dios lo ha hecho siempre de modo inhumano”. Como fundador del monacato, y con su “ora et labora”, San Benito nos recuerda la dignidad del trabajo como servicio a Dios y a los hermanos, y la necesidad de una actitud contemplativa y adoradora de Dios.  Desde sus monasterios, los seguidores de San Benito testimonian la palabra de Dios con su “silencio elocuente” o su “soledad hablada”.

Frente a la oposición entre las diferentes formas de colectivismo del siglo XX, o el individualismo de la época moderna, emerge la figura de San Francisco de Asís. D. Jesús lo definió como “el grito del hombre entendido como hermano y no como un rival”. La “fraternitas” constituye el modo de entender al hombre como un hermano desde una clave evangélica.

La figura de San Ignacio de Loyola surge no como la de un monje o fraile, sino un soldado de Cristo que, con una recia espiritualidad, se pone al servicio de la Iglesia y del sucesor de Pedro. Para él el hombre es un “homo faber”, que acepta ser colaborador de Dios, en una historia y en un mundo que es obra de su creación. Y acepta así también el reto de anunciar el evangelio hasta los confines del mundo.

Tres estrellas que brillan en el firmamento del santoral de Europa, y que, en palabras de monseñor Sanz, y como maestros de certezas, “han reconciliado gozosamente Dios, hombre y mundo”.  

Edith Stein o la ciencia de la Cruz

 El P. Gerardo del Pozo, profesor de la Facultad de Teología de San Dámaso y Consiliario del Centro de la ACdP de Madrid, fue el encargado de glosar la figura de otra santa europea del siglo veinte, Edith Stein o Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Subrayó la complejidad de esta filósofa judía, pedagoga, traductora de diversos autores, que se convierte al catolicismo, profesa como religiosa, y llega a alcanzar el grado de mística y mártir. Evoluciona así desde la fenomenología a la filosofía cristiana, tras su conversión, para llegar a la que podría llamarse un auténtica “ciencia de la Cruz”.

Evocando las palabras del beato Juan Pablo II, recordó como “Edith Stein concentra en su persona la síntesis dramática del siglo veinte, y se convierte en símbolo encarnado de la tragedia y esperanza de Europa en este siglo”.

El padre del Pozo destacó la aportación peculiar de Edith Stein con su vivencia de un llamado “principio mariano de la Iglesia”. No tanto referido a la iglesia institucional, sino a una iglesia santa e inmaculada. María en la Anunciación, en Caná y sobre todo a los pies de la Cruz, es la personificación de la iglesia naciente.

Estas aportaciones serían recogidas también por el beato Juan Pablo II, quien la proclamó co-atrona de Europa junto con Santa Catalina de Siena y Santa Brígida de Suecia, en su encíclica “Dignitatem mulieris” (1988).

Se reveló contra el nazismo, e incluso intentó trasladarse a Roma para entrevistarse con el Papa Pío XI y denunciar el carácter idolátrico de esta ideología. Finalmente sustituyó el desplazamiento por una larga y profunda carta enviada al pontífice. Como Cristo, Santa Teresa Benedicta de la Cruz convierte también su martirio en un acto de entrega espiritual de su vida. Basta leer su testamento espiritual de 1939: “acepto con alegría y sumisión a su voluntad la muerte que el Señor me ha reservado, por todas las intenciones de la Santa Iglesia, en expiación por la incredulidad del pueblo judío, por la salvación de Alemania y la paz en el mundo”. 

Sabiduría, coraje, y valor cívico para una Europa carente de utopías

La doctora Paloma del Castillo Martínez fue la encargada de presentar la figura de Santo Tomás Moro, como pilar de la Europa cristiana. Glosó la figura de este educador, magistrado, político y finalmente también mártir, que sostuvo como una columna o pilar a la Iglesia que, por el cisma, caía y se derrumbaba en Inglaterra.

Destacó su fidelidad a la tradición de la Iglesia, y en concreto a los santos padres, que consideraba los hombres más grandes tras los apóstoles, como pilares de autoridad e intérpretes únicos de las Escrituras. La doctora del Castillo estableció un paralelismo entre la situación vivida por Moro, en el siglo XVI, y la actualidad europea. Una Europa basada únicamente en lo político y lo económico, que comienza a decepcionarnos y a desilusionarnos.

 También hoy, siguiendo el ejemplo de Santo Tomás Moro, necesitamos sabiduría, coraje y valor cívico. En definitiva una utopía para este tiempo de anti-utopías.    

Ciudadanía activa y religión. Una responsabilidad global

D. Agustín Domingo Moratalla, profesor de Filosofía Moral y Política de la Universidad de Valencia, fue el encargado de presentar una ponencia bajo el título “Ciudadanía activa y religión. La Europa secularizada ante el reto de una responsabilidad global”.

D. Agustín comenzó indicando que los presupuestos de su reflexión partían de su adscripción a la tradición del personalismo comunitario de Jacques Maritain. También insistió en la necesidad de no confundir vida pública y vida política. El primer concepto es más amplio, y denunció como tentación propia de la ideología socialista el tratar de identificar lo público y lo político.

En su opinión la discusión actual sobre el concepto de ciudadanía parte del debate abierto por John Rawls, con su “Teoría de la justicia”, en 1971. Para este autor la teoría de la justicia es para los sistemas sociales lo que la verdad para los sistemas de pensamiento. Según esta forma de pensar en la filosofía política no cabe hacer metafísica. Esta teoría se refiere a una justicia política y no metafísica, donde lo que prevalece no es un sentido fuerte y sólido de la justicia, sino un concepto meramente práctico, derivado de acuerdos e intereses de los ciudadanos y no de un sentido profundo de la justicia. Frente a ello los comunitaristas, como Taylor, reivindican lo bueno, y no lo justo que es concebido además como fruto de un mero acuerdo.

En este contexto el profesor Moratalla repasó la situación concreta de España, y los debates sobre su sistema educativo desde el año 1982. Desde el trato académico dado a materias como la ética y la religión, hasta los intentos fallidos de mejora de nuestro sistema educativo. Así hasta llegar a la regulación de la llamada “educación para la ciudadanía”, por la Ley Orgánica de Educación de 2006.

En esta norma ya no se habla de inculcar los “valores superiores” a los que se refiere la Constitución Española, sino de “valores vigentes”. Se cae de lleno en el positivismo jurídico, y el estado se arroga así la facultad de determinar esos valores, según el criterio de la mayoría política de turno.

A este respecto el profesor Moratalla lamentó también la división en la reacción de la comunidad educativa católica frente a esta injerencia del Estado.

El conferenciante concluyó presentando tres propuestas contemporáneas que contemplan con una mirada respetuosa y valorativa la existencia social del hecho religioso en una sociedad democrática, y la necesidad de acudir a fuentes prepolíticas.

Se refirió en primer lugar a la presentada por el filósofo católico canadiense Charles Taylor, en su obra “A secular age” (Una sociedad secularizada, 2007). En ella distingue tres concepciones de la secularidad. En primer lugar entendida como una sana separación entre iglesia y estado. Una segunda acepción, peyorativa, que es la que defiende la total privatización de las creencias religiosas, arrinconándolas de la esfera pública. Y por último lo que denomina “edad secular”, para referirse a la época actual en la que la fe exige un compromiso personal, ser creyente por convicción. En definitiva la libertad del sujeto para abrazar una fe u otra, mostrando que el sentido de nuestra vida está vinculado a la opción de nuestra fe.

En segundo lugar aludió al filósofo alemán Habermas, en quien podría hablarse de una cierta conversión. En sus famosas conversaciones con el entonces cardenal Ratzinger, Habermas reconoce que, en nuestra sociedad occidental, a los católicos se les pide una sobrecarga intelectual, a la hora de responder de su fe, que no se aplica a otras opciones religiosas.

Se refirió, en tercer lugar, al pensamiento de Paul Ricoeur, y su aportación con el concepto de la “identidad narrativa”.

El profesor Moratalla cerró su intervención citando las palabras de monseñor Fernando Sebastián en el Congreso de Apostolado Seglar de 2004: “aún reconociendo las dificultades ambientales contra la fe religiosa, cristiana y eclesial, favorecidas por algunos medios de comunicación de fuerte implantación, los cristianos tenemos que reconocer que la debilidad de nuestra Iglesia tiene su primera causa en nuestras propias debilidades espirituales”.  

Una Europa sin valores, o el peligro de una deriva hacia el totalitarismo

El profesor D. Alberto de la Hera, Catedrático Emérito de Derecho Canónico y de Historia de América de las Universidades Complutense, de Navarra, y de Sevilla, fue el encargado de cerrar las jornadas con su conferencia sobre “Las raíces cristianas de Europa en la actual sociedad multicultural”.

El profesor de la Hera recordó como desde la caída del imperio romano, Europa lleva quince siglos tratando de reconstituir su unidad. En todos estos intentos, y hasta mediados del siglo veinte, fue un denominador común la afirmación de sus raíces cristianas. Denominador que sólo se vería quebrado a partir de los intentos de unificación de Hitler y Stalin.

Desde 1950, con el inicio del actual proceso de construcción europea, estamos intentando reconstituir su unidad, pero ignorando sus raíces cristianas, desoyendo el grito de la historia. La afirmación de las raíces cristianas de Europa no significa un mismo credo para todos, sino la aceptación general y colectiva de unos valores únicos. ¿Y quién determina esos valores sin los que la sociedad no tiene un esqueleto?

No podría admitirse que cada individuo aisladamente, pues no se vertebraría la sociedad y caeríamos en el caos. Cabría pensar en un consenso universal, pero también parece irrealizable y lejos de alcanzarse. La tercera opción es que sea el estado quien los determine. Pero eso supone caer en el totalitarismo, sin tapujos como fue el caso de los citados Hitler o Stalin, o con tapujos como sucede en la Europa actual.

El estado atribuyéndose la definición de los valores vertebradores de la sociedad es totalitarismo, aunque se disfrace de democracia. S

ólo queda admitir, para los creyentes, que esos valores son lo que el Creador ha inscrito en la propia naturaleza del hombre.

Europa, concluyó el profesor de la Hera, sigue manteniendo el sueño de unidad, pero trata de construirlo sobre el vacío. O aceptamos que el estado sea totalitario, o carecemos de valores, y se infiltran otros valores que no son los nuestros, y sobre los cuales si se construye algo ya no será Europa.

Así la identidad moral de nuestra civilización se encuentra arrojada a los nuevos leones de los medios de comunicación, de una legislación sectaria, o a los intentos manipuladores en la educación.

La primera forma de devorar nuestras raíces, según la Hera, es que el estado determine cuáles son esos valores éticos, para luego dictarlos por la educación, los medios de comunicación, y la legislación.

Así primero se deforma la conciencia de quienes no la tienen formada, y para vencer la resistencia de quienes sí la tienen formada vienen entonces los ataques a la libertad religiosa. Por eso se trata de combatir a la familia o al cristianismo.

La familia es el núcleo social de resistencia por antonomasia, el único que impide que la conciencia del niño sea moldeada a imitación de los dogmas estatales. De ahí los intentos por destruirla o desdibujarla.

Combatiendo el cristianismo se borran también sus valores éticos que coartan la libertad totalitaria del Estado a la hora de limitar la libertad individual. Frente a casos concretos de ataques a la libertad religiosa, de la Hera citó también otros signos alentadores, como la reciente constitución de Hungría que reconoce sus raíces cristianas.

El conferenciante concluyó con un canto a la esperanza, y una recuperación de esas raíces y del propio continente, en una labor a la que todos estamos llamados como instrumentos necesarios.

El día anterior, y ante una repentina indisposición del profesor D. Juan Velarde que le impidió impartir su conferencia, el profesor de la Hera realizó también un improvisado pero riguroso y detallado repaso de la situación de la libertad religiosa en España, incluyendo un análisis comparado con otros estados europeos. Desde su sólida experiencia como Director General de Asuntos Religiosos, durante los ocho años de gobierno del presidente Aznar, D. Alberto de la Hera concluyó constatando, razonadamente, los reiterados incumplimientos que se vienen dando de la práctica totalidad de los artículos de la vigente Ley de Libertad Religiosa en España.

El curso se completó con una interesante charla, en horario nocturno y en un ambiente más distendido, a cargo del Consiliario del Centro de la ACdP en Asturias y rector de la Basílica de Gijón, Rvdo. D. Julián Herrojo. En ella dio cuenta de su reciente visita por motivos pastorales a la India, y contrapuso la pujanza de un catolicismo lleno de vitalidad en muchas zonas de este país, frente a la atonía e incluso crisis de razón, que parece afectar a una Europa cuya decadencia no puede ocultarse


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