Viernes, 19 de abril de 2024

Sesión de circo en Madrid

Parece que no hay duda de que la capacidad de asombro de los españoles no tiene límites y, personalmente, compadezco a aquel que haya alcanzado ese límite, pues si llega a traspasarlo, le auguro un porvenir tan lleno de sobresaltos que podría, sin desearlo, llegar a dar con sus huesos en alguna casa de salud, creyéndose tal vez Napoleón, César Augusto o Nerón con lira incluída.


Me preguntarán que a qué se debe el que yo haya llegado a tan peregrina conclusión y yo no tengo más remedio que reconocer que se debe a las continuas ocurrencias de unos personajes, cuya obligación habría sido la contraria al efecto que están produciendo en mi querida España, esta España mía, esta España nuestra. Sí, me estoy refiriendo a nuestros políticos por llamarlos de alguna forma y que han proliferado como las setas desde que mi querida España, esta España mía, esta España nuestra ha accedido, en su forma de gobierno, a lo que se llama democracia, término hoy en la realidad, a años luz de lo que de su etimología se deduce.


Resulta, además, que el principal protagonista de estas ocurrencias es nada menos que nuestro actual presidente, en funciones en este momento, cuyo cerebro no parece dar para mucho, excepto para idear y poner en práctica toda clase de trampas y añagazas para perpetuarse en un puesto que no quiere abandonar cueste lo que cueste y pese a quien pese.


Pero no voy a detenerme para examinar hoy a tan sorpresivo personaje y sus trapicheos aunque repito que es innegable su protagonismo en la actual y vergonzosa situación política que, desgraciadamente, nos ha tocado vivir.


Y es que el espectáculo ofrecido ayer por la mayoría de los "electos elegidos" para dirigir de alguna forma nuestra nación en la constitución del nuevo Parlamento, ha sido vergonzoso, esperpéntico, absurdo y, para estar a la moda en calificativos, kafkiano.


No voy a entrar en detalles pues quizá mis sufridos lectores hayan sido testigos de la sin par payasada en que se convirtió un acto de tan transcendental importancia, pero empezando por la señora presidente o presidenta, que, al considerar válida cualquier forma de votación, abrió y facilitó la sesión circense, y continuando por los diputados que entusiásticamente compitieron en una estrambótica pugna por alcanzar la fórmula más ridícula, nos han hecho sufrir un espectáculo tan tristemente vergonzoso e indigno, que puede archivarse en los anales del disparate con todos los merecimientos.


He expresado una espontánea opinión personal que comparto con ustedes esperando su comprensión a mi evidente cabreo que  sabrán disculpar.


Y no quiero extenderme más sin aportar también mi granito de arena a lo expuesto, "prometiendo todo a mi tía Josefina que me estará escuchando (o leyendo) y a quien tanto quiero y tanto me quiere".


Francisco Alonso-Graña del Valle


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